domingo, 28 de agosto de 2016

EDITORIAL / Verde desteñido

Toda ciudad tiene múltiples herramientas de planeación y ordenamiento para pensarse a futuro. Unas se ajustan mucho a los intereses de cada administración, entre ellas el Plan de Desarrollo que cada alcalde propone como su bitácora particular. Otra, de más de largo aliento, es el Plan de Ordenamiento Territorial (POT).

Mediante el Acuerdo 28 de 2015 Pereira aprobó su POT hasta el 2027. Pero su vigencia fue efímera, pues en abril de este año un juez ordenó su suspensión porque se aceptó una demanda en su contra debido a vicios de trámite. La suspensión continúa y la ciudad está al garete en ese punto, aunque el Alcalde Gallo presentó de nuevo el mismo POT,  a pesar de su promesa inicial de una reformulación del mismo.

Varias personas que conocen del tema han afirmado que el POT aprobado y luego suspendido, en esencia, tiene bondades dentro de sus lineamientos, lo que indica el trabajo concienzudo que se realizó, a pesar de los altibajos y situaciones que se dieron durante su trazado (no olvidemos las renuncias y remplazos de última hora de algunos de quienes pensaron el POT aprobado). Tampoco han de faltar los lunares, pero allí estaba.

Lo de fondo es que, con POT o sin él, Pereira pareciera no seguir en la práctica una ruta inteligente de desarrollo como ciudad. Prevalecen las mecánicas de improvisación, de cambios o interpretaciones amañadas, más los infaltables intereses particulares que se imponen a lo público, han convertido el desarrollo de la ciudad en un caos en cuanto a infraestructura.

Un ejemplo claro es la polémica alrededor del traslado del batallón San Mateo y el uso posterior de ese espacio, donde todo apunta a que primará el beneficio de particulares –entre ellos pereiranos con cargos del nivel nacional–. Según denuncia del colectivo Espacio y Ciudad, solo 17 por ciento del total de esa área se usaría de manera efectiva como zona verde. Setenta por ciento sería para uso de constructores que ganarían de entrada 300 por ciento de plusvalía, pues al cambiar el uso del suelo el costo del metro cuadrado se triplicará. El resto se usaría en obras públicas.

Hay que garantizar el derecho a una ambiente saludable, mucho más en una ciudad que tiene el deshonroso título de ser una de las más pobres en la relación metros de área verde por habitante. Apenas ofrecemos 3 metros cuadrados por habitante, cuando lo mínimo sería entre 10 y 15, según la Organización Mundial de la Salud.


Las ciudades deben crecer, ofrecer viviendas y obras de infraestructura que mejoren la oferta de alojamiento y calidad de vida para sus habitantes, pero es inmoral e ilegal dejar a un lado lo público para atender de manera prioritaria lo privado. En este aspecto, Pereira se está ahogando entre el concreto y el cemento.















Foto tomada de: El tiempo 

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