lunes, 15 de agosto de 2016

Editorial / Control a construcciones.

De todos es sabido, por la evidencia física, que la ciudad tiene un activo sector de la construcción, que se ha convertido en motor para la economía local y una de las áreas más demandante en mano de obra no calificada, algo que de seguro la ciudadanía sabe agradecer y que las políticas estatales incentivan a través de diferentes concesiones.

Sin ánimo de buscar señalizaciones específicas, mucho menos sin pretensión de condenar, pues ello solo cabe a las autoridades respectivas, cabe resaltar una situación que en los meses recientes ha tenido dos evidentes hechos que han trascendido a lo público, sin dejar de lado la posible  ocurrencia de otros hecho igual o quizá más graves sucedidos en otras zonas de la ciudad.

Pero estimular al sector de la construcción no puede ir de la mano de la negligencia o, peor aún, posible connivencia al momento de vigilar que se cumplan las diversas normas que regulan al sector, las mismas que parecieran ser un saludo a la bandera cuando se analizan los hechos recientes en los cuales se vieron involucradas dos enormes obras civiles ubicadas en la exclusiva zona de Pinares. Lo que allí se ha evidenciado llama a reflexión.


¿Qué papel efectivo está cumpliendo la Dirección Operativa de Control Físico, adscrita a la secretaría de Gobierno municipal? ¿Cuáles son las exigencias de las Curadurías Urbanas y qué responsabilidad les cabe en aquellos casos en los cuales resulten afectaciones a terceros? Que dos hechos tan graves sucedan en tan breve plazo, siguiendo unas dinámicas similares en cuanto a daño en calzadas, es algo que debe encender las alarmas de las autoridades, pues parecieran ser señales de alerta de que algo irregular está ocurriendo con las entidades encargadas de controlar el buen desarrollo de las obras, mucho más cuando estas son de la envergadura de las mencionadas.

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