jueves, 23 de junio de 2016

Opinión / Ciclorruta. Por: Kevin Marín

Hace décadas nadie imaginó que el futuro de las ciudades modernas estaría caracterizado por el uso masivo de la bicicleta, privada o pública, en las calles de cualquier centro poblado del mundo. Un siglo XX agobiado por las tasaciones del tiempo, solo podía comprenderse bajo la brújula de la rapidez, la aceleración y el prestigio de las posesiones. Y, como en toda modernidad, el flujo de las ideas y su vitalidad utilitaria se invirtieron: el aire libre, el regreso a ciudades repletas de vegetación, la invitación al silencio y a la tranquilidad del tiempo que no cae, así como espacios públicos abundantes e incluyentes, tomaron de nuevo el aspecto de realizaciones cotidianas alejadas de la nostalgia….Y como toda modernidad, de nuevo, algunos países solo la ven como fugaz ensueño.

Pereira. Antes que nada habrá que decir que celebro que se haya tomado la iniciativa. Y en seguida diré que será de aplaudir que algo se hubiese hecho. La implementación de ciclorrutas en el centro, después de más de doce años desde que se construyeron dos kilómetros en la Avenida del Río, responde al plan de la ciudad moderna. Tres alcaldes desde entonces no se han preocupado en absoluto por el medio ambiente y, ahora, el alcalde Gallo, insípidamente, eso sí, pero desde el inició de su mandato ordenó la señalización de las carreras Séptima  y Octava para el uso de la bicicleta.


No ha funcionado, por supuesto, y los motivos pueden variar, pero solo mencionaré uno: no basta con pintar rayitas blancas en la calle, aunque solo sea para mostrar a la ciudadanía que la bicicleta tiene el privilegio en aquel espacio (evidentemente, no lo tiene, las motos también pueden usarlo), sino que debe separarse del carril por donde transitan los autos. La bicicleta debe desestimular el uso de motorizados y una de las maneras de lograrlo es apropiándose del espacio público, no peleárselo en atropellos, carreras e insultos.


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