domingo, 23 de noviembre de 2014

Opinión / Kike

De joven radical a negociante, de sindicalista a burócrata, Arango es tan camaleónico con los principios como con las estadísticas. La joya de su corona es un truco de magia con números: se jacta de quintuplicar la cantidad de estudiantes en la Universidad Tecnológica de Pereira, cifra que repite invariable contra sus detractores.

Por Camilo Alzate González
A “Kike” (como le dicen molestando los muchachos) lo idolatran hasta el fanatismo ciertas élites políticas y empresariales de la ciudad. “Luis Enrique Arango es un gran administrador” oí a un reconocido gerente cierta ocasión, “un tipo muy inteligente”. La inteligencia nunca implica per se trasfondos éticos, ni negativos, ni positivos. Por eso los grandes logros de Luis Enrique Arango al frente de la Universidad más importante de la región traen un reverso cuestionable. Uno habla del baile según cómo le fue adentro. Y los empresarios -nadie lo pone en duda- gozaron del carnaval.
De joven radical a negociante, de sindicalista a burócrata, Arango es tan camaleónico con los principios como con las estadísticas. La joya de su corona es un truco de magia con números: se jacta de quintuplicar la cantidad de estudiantes en la Universidad Tecnológica de Pereira, cifra que repite invariable contra sus detractores. Omite que la deserción superó el 50% por altos costos de matrículas y créditos leoninos; esa “cobertura irresponsable”, política estatal de asfixia financiera a Universidades públicas. Olvida también que la ampliación de cobertura fue generalizada en el país, no el mérito de uno o dos rectores hábiles.
Lo que sí es mérito suyo fue solventar la previsible quiebra de la Universidad sacrificando la idea misma de lo que es una Universidad. Impuso la precariedad laboral de docentes y empleados, proliferaron carreras privadas a precios exorbitantes, se esfumó la calidad y el criterio crítico, mientras florecía un modelo de Universidad-Empresa cuyo único propósito es rentabilizar al máximo el funcionamiento del claustro: alquilar instalaciones, gestionar proyectos lucrativos, vender servicios o consultorías o certificaciones o posgrados (o rematar casas, carros, lotes incluso), junto a alianzas ventajosas con empresas que enriquecen a unos cuantos. En suma, travestir la Universidad en escaparate con marca y todo, modelo donde escasean los académicos y abundan los mercachifles. Lo demás retórica, cifras amañadas.
Las quince primaveras de Luis Enrique Arango en la Universidad contaron episodios sombríos. La relación con el estudiantado era siempre hostil. Seis conflictos severos con la comunidad universitaria acabaron en paros jamás resueltos, de trascendencia local y nacional. Durante su administración hubo persecuciones, ataques y amenazas de fuentes desconocidas a líderes universitarios. Graves escándalos de corrupción desintegraron Alma Mater -creación suya auténtica- metida en el cenagal de la contratación pública. Las reelecciones que lo perpetuaron en la institución fueron cuestionadas, algunas evidentemente ilegítimas, mientras bajo sus ojos engordaron todo tipo de clientelismos, el último, una mafia de fraudes salariales que desencadena consecuencias penales.

Sale Kike de una rectoría que parecía vitalicia. Ahora va con todo, buscando aquella vieja fantasía fracasada: convertirse en Alcalde de Pereira. La Universidad, por lo visto, le quedó chiquita.

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