domingo, 21 de septiembre de 2014

Opinión: Aullemos

Por: Carlos Victoria
En Colombia y Risaralda, particularmente, las agendas ambientales se agotaron en los formalismos. A lo sumo, adornan escritorios y anaqueles. Son un galimatías a través de los cuales los funcionarios se meten (y nos meten) el cuento que toda marcha  divinamente. Las auténticas agendas se construyen en medio de los conflictos. Se disputan en el espacio público. Las de bolsillo las hacen los “hombres de negocios”.

La reciente licencia ambiental otorgada por la ANLA a la Empresa de Energía de Bogotá para atravesar, con sus torres y cables de energía, áreas de conservación y patrimonio cultural en Quindío y Risaralda, como Barbas-Bremen y Las Marcadas, es una demostración fehaciente y crítica de un desarrollismo al que le estorban la naturaleza, y los seres humanos también. La competitividad gobierna.

De nada valió la declaratoria del Paisaje Cultural Cafetero por la UNESCO en 2011, la cual se desvanece cada vez más en medio de concesiones mineras, el avance de la frontera ganadera, la destrucción de bosques secundarios, el turismo engatusador y la posición dominante de la Federación de Cafeteros. A todo esto se suma lo que parece es inevitable: la destrucción del hábitat del mono aullador (Alouatta seniculus), especie que resiste a la devastación del 70% de los bosques andinos de nuestro país.

Las Aullatones, realizadas por ambientalistas, campesinos y autoridades de Quindío y algunas de Risaralda, son un grito de soberanía frente a lo que es una agresión más contra los referentes de la biodiversidad regional. Estas manifestaciones ratifican que en Risaralda y Quindío, comunidades y paisajes afectados por este megaproyecto no cuentan. La indignación ciudadana crece en medio de la incertidumbre. Aullemos.

¿Para qué torres y cables de alta tensión en un departamento como el Quindío que no tiene vocación industrial? Esa pregunta la hacemos porque si hay una región sobrada de energía eléctrica es esa. Allí la oferta supera a la demanda. Más aún: un mega proyecto de potenciación energética que no resultó de una exigencia social ni gubernamental, y sí, y solo sí, de una vulgar imposición centralista, dejando al desnudo la fragilidad constitucional de la autonomía y la descentralización. Las CAR hacen de comparsa.

Voces como la del ex ministro del Medio Ambiente Manuel Rodríguez tienen razón al decir que se trata de un acto de “imperialismo bogotano”. Siendo así, resulta, además, inadmisible el silencio administrativo de las diletantes autoridades ambientales de Risaralda. El liderazgo departamental hay que buscarlo entre las cenizas. En cambio, en el Quindío sobra y lo asume una mujer, su gobernadora, que sí sabe para qué la eligieron: defender a sus ciudadanos. Aquí, en forma contrastante, no nos queda más que seguir aullando, como los monos en peligro. @agendaciudadana 

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