domingo, 21 de septiembre de 2014

Editorial: Ciudad indescifrable

Pereira es el desvelo de quienes la habitamos. Ella abriga nuestros sueños esquivos e igual los desnuda para que queden truncos. Ella es el encuentro de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que desearíamos ser.

Joven aún, sus montañas son como senos turgentes que invitan a desearla, pensarla en cada minuto del día, procurar crecer a su lado. En esa tarea, miles de pereiranos la sueñan noche y día, pero tal pareciera que toda esa idealización quedara solo en eso: sueños. Porque la realidad es otra.

El letargo es evidente en varios ámbitos de la vida ciudadana: la escasa acción gremial el desmantelamiento de lo público es una evidencia incontrastable, la apatía ciudadana –reflejada en múltiples actos de incultura–que hace todo más complicado, todos ellos, se suman a la ausencia de verdaderos y formados líderes, algo ya bien socorrido.

De manera reiterada se invita al emprendimiento, pero todo parece quedar en un discurso disfrazado, ajeno y casi decoroso, pues la realidad es que la fértil Pereira de lustros anteriores palidece ante los lánguidos resultados en los diferentes espectros de medición económica, entre ellos el sintomático alto desempleo que hace seis años no cede de manera destacada y que nos sigue costando el ominoso escaño entre las principales ciudades del país con tales cifras.

La suma de locales desocupados, el cierre de múltiples empresas y su remplazo por otras de menor cuantía, no pueden quedar disfrazados en las bien manipuladas cifras oficiales, que hacen recordar aquel libro clásico: “Cómo mentir con estadísticas”. El pesimismo entre los diferentes actores económicos es evidente, pues nadie se explica a dónde van a parar los frutos de esos PIB maravillosos de los cuales el Gobierno se ufana, tampoco la inversión extranjera y el ya gracioso “dinamismo de la economía”. 

Por supuesto, hay sectores que presentan de manera evidente un cierto momento de buenos augurios y mejores resultados, pero esos mismos son la excepción en un panorama general que tiene a la ciudadanía viviendo del fiado: en la tienda, en el almacén o con el siempre boyante sector financiero.

Algunos juiciosos analistas tocaron hace buen tiempo las alarmas, pero no han sido escuchados debido a cierta doble moral que maneja esta joven ciudad: el milagroso impulso del dinero sinuoso y de las remesas ya son cosa del pasado. La burbuja feliz de una falsa economía en franca alza es pura remembranza. Ahora apenas queda pensar qué hacer en medio de la resaca, endeudados y sin mayores liderazgos. Peor aún, con una ciudadanía fabricada a retazos y poco participativa.


Creer en la ciudad, ponerse la camiseta y dar un grano de amor por Pereira son siempre bienvenidas como propuestas que van más allá del lamento, pero es innegable que falta algo más, un “algo” vital en cualquier proceso social: faltan auténtico liderazgo y conciencia ciudadana.

2 comentarios:

  1. No soy pereirano de nacimiento pero sí de corazón. Años atrás Pereira era la ciudad cívica por antonomasia, había un profundo sentido de la "pereiranidad" muy incluyente, pues aún hoy, aquí no hay forasteros. Ahora somos una ciudad de indiferentes, sin propósitos comunes, sin causa.

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  2. Les sugiero liderar con metas a largo plazo, pero con diciembre encima, una campaña de apoyo a lo local. Pereiran@ compra Pereiran@. Busquemos que compremos lo nuestro. Contamos con una excelente oferta local de ropa, comida y servicios. Apoyemos quienes producen en Risaralda, a las pequeñas tiendas de barrio en peligro de extinción, a nuestros empresarios, a quienes se la juegan aquí, a los almacenes independientes, a nuestros ferreteros, a quienes son claves en nuestro tejido social. Lo local primero, lo pereirano primero.

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