Por: Gloria Inés
Escobar Toro
Pese
a las fronteras visibles e invisibles que delimitan artificialmente los
territorios, la tierra es una sola y es de todos.
Pese
a las diferencias de colores de piel, tamaño y formas corporales, los seres
humanos somos una sola raza.
Pese
a las diferencias de lenguas, pensamientos y costumbres, los seres humanos
somos hermanos.
Pese
a las diferencias de sexo, edad y condiciones físicas, los seres humanos sentimos
y pensamos.
Pese
a los diferentes Estados y sistemas de gobierno, los seres humanos somos un
solo pueblo.
Pese
a todas las mentiras sobre tierras prometidas, pueblos elegidos, superioridades
individuales, étnicas y morales, somos iguales, como seres humanos producto de
la fecundidad y aleatoriedad de la vida; tenemos los mismos requerimientos para
existir, precisamos del espacio vital que la tierra provee en abundancia,
organizamos la sociedad y los recursos bajo parámetros establecidos por
nosotros; la manera como vivimos y nos relacionamos depende de nosotros mismos
y quienes se han auto proclamado dueños de otros, de tierras, de mares, de la
naturaleza no son más que terroristas.
Así
que cuando los ejércitos invaden, cercan y asesinan pueblos; cuando asaltan,
despojan y arrebatan territorios, en nombre de cualquier razón, están
ejerciendo terrorismo, terrorismo de Estado como el que está empleando el
ejército de Israel al atacar indiscriminada y brutalmente al pueblo palestino.
Pero
el terrorismo de Israel contra los palestinos no solo está hecho de bombas
destructoras, de devastación ruidosa, de dolor manchado de sangre, de gritos y
llantos atronadores; su terrorismo es también silencioso y a veces invisible,
marcha agazapado, lento pero decidido hacia su meta: la destrucción total de
todo lo que se levanta sobre el suelo palestino.
El
terrorismo israelí derrama miedo y desolación, construye murallas, encarcela
pueblos, destruye escuelas, derriba casas y centros de salud; mata niños,
mujeres, ancianos, todo lo que se mueva; inutiliza fuentes de agua y energía,
decomisa alimentos, impide posibilidad de ayuda; decreta, legisla, ordena;
condena a la miseria más extrema; el terrorismo israelí desangra, aplasta y
mata.
Y
todo ese sufrimiento, toda esa barbarie es perpetrada a plena luz del día, bajo
la mirada complaciente de la “comunidad europea” y los Estados Unidos, los mismos
que condenan de terrorismo todo acto de independencia y rebeldía en contra de
su opresión, pero no aquel que ellos practican o es ejercido por los Estados
poderosos y aliados y cuyo objetivo es el saqueo de las recursos y exterminio
de todo aquello que se interponga en su consecución.
El
genocidio de Israel contra los palestinos es tolerado por las potencias porque
es terrorismo colonialista, práctica muy cercana a sus afectos.
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