domingo, 3 de agosto de 2014

Opinión: Nómadas de Nuestros Tiempos

Por Alberto Antonio Verón
En nuestra más temprana juventud soñábamos con ser nómadas. La Internet no era pública todavía y las noticias del mundo llegaban por los periódicos impresos. Los viajeros resultaban algo exótico, más propio de los relatos de un escritor como Paul Bowles como lo muestra en su libro de memorias “Relatos de un nómada”. Tampoco, en el siglo pasado, por lo menos en nuestro entorno, el turismo no era masivo y la migración de los colombianos a Europa no había comenzado aún. En los años noventa del siglo pasado la violencia y la pobreza fueron razones suficientes para que millares de colombianos salieran forzados, obligados, de sus campos, de su casa, de la ciudad o del país. La inanición y la escasez nos expulsan del espacio, aunque también pueda tratarse de una mezcla de carencias y de deseos aquello que nos arroja en pos de un sueño, de recorrer la tierra para encontrar un trabajo, para experimentar, simplemente para vivir.

¿Es la nuestra es una civilización de la movilidad? ¿Caminamos más nosotros por el mundo de lo que se caminaba en tiempos de las cruzadas, de las glaciaciones, o de los correos indígenas conocidos como los Chasquis, quienes se movilizaban por todo el imperio Inca? Yo confieso que tengo mis propias maneras de nomadismo: por ejemplo, entre mis libros, que son antiguas formas de viaje. Cuando puestos los ojos en mi biblioteca descubro un volumen que había olvidado o cuando escribo los apuntes en mis moleskines o en mi ordenador personal.

También pienso en aquellos pequeños nomadismos que solemos hacer por la ciudad. Esa ciudad que exploramos como patrulleros nocturnos o aventureros. Al fin y el cabo. la vida no es más que eso: el indetenible movimiento de un viaje permanente que pareciera terminar solo con la muerte.

El “trapero” y el desplazado, el refugiado y el buscador de trabajo son ejemplos de nomadismos contemporáneos. Los “traperos” fascinaron a los escritores del siglo XIX cuando los describen con los costales sobre sus espaldas, recogiendo las sobras que el resto de la sociedad abandona y ellos vuelven a utilizar. Los “desempleados” recorriendo las ofertas de trabajo de la internet, viviendo de asiento en un improvisado campamento de frontera. Todos ellos hacen parte de esos millares de cuerpos para los cuales el espacio público se convierte en su única residencia.

El “trapero” y el desplazado, el refugiado y el buscador de trabajo son ejemplos de nomadismos contemporáneos.

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