domingo, 3 de agosto de 2014

Opinión: Anestesiados

Por: José Daniel Trujillo Arcila*
Pasaron las elecciones. Una mala energía se había apoderado de los colombianos. Apáticos unos; otros, agresivos frente el contrario. Llegó el Mundial y un fresco aire de entusiasmo invadió todos los hogares.

El refrescante y necesario bálsamo se convirtió en temporal “alma nacional”. Empezamos a reconocernos en el tricolor, a sentirnos dueños de nuestro pasado, a disfrutar el presente y a soñar con el futuro. Digámoslo sin rodeos:

Este fervor nacional, desconocido y solo vivido en menor grado en los momentos del conflicto bélico que sostuvimos con el Perú, se desencadenó en buen momento.

El interesante cambio de actitud surgió gracias a una excelente selección. Los colores patrios inundaron estadios, congregaron a una sociedad acostumbrada a escuchar sobre violencia, cansada del llamado electoral y preocupada por los cambios frecuentes de sus ingresos, al constatar que cada día recibe menos y por lo tanto, su alacena deja ver mayores espacios La gran explosión de alegría y sentimiento patrio debe ser la constante diaria. Banderas tricolores, camisetas, jolgorios familiares y explosivos pitos nos dijeron que estábamos vivos.

García Márquez había leído al momento de entregar el informe de los sabios al, en ese entonces, recién posesionado Presidente César Gaviria, que los colombianos construimos héroes, los mismos que luego destruimos al no perdonarles justificadas equivocaciones.

Desapareció entonces Radamel Falcao. Días atrás la prensa y radio ponderaban sus ejecutorias futbolísticas, por doquier aparecia su atlética figura y las casas comerciales invadían esta sociedad de consumo, explotando sus ágiles dotes de deportista íntegro.

Un nuevo héroe surgió, con méritos propios subió al podio de los mejores. James Rodríguez devolvió a los colombianos la esperanza dejada por la incapacidad médica de Falcao. Nos alegra que sea así, pero nos preocupa cómo nuestra sociedad sube y baja íconos. Definitivamente, somos como lo afirmó el Nobel en el mismo escrito: Creativos en lo individual e insolidarios ¿Cambió el país? ¿Somos los mismos antes y después del mundial?

Cada quien tiene la respuesta. Un sondeo de opinión mostró cómo un pueblo relajado tiene una mejor visión, inclusive de su gobernante superior. Lo dicen las encuestas. Viene la paz. Sueño, esperanza, motivación de buen futuro y anhelo malogrado. El mandato constitucional de lograrla se convirtió en obsesión gubernamental y ello está bien. La palabra “paz” se apoderó de nuestra vida cotidiana.

Comentarios mil hacen parte de coloquios, conversaciones y, sus resultados, son discutidos entre el escepticismo de unos y la confianza en lograrla en otros.

Ahora se nos dice que el postconflicto es mucho más complicado. Amanecerá y veremos.
*Notario Primero de Pereira

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