domingo, 3 de agosto de 2014

Opinión: Agua en Marte

Por: Carlos Victoria
A pocos minutos de la Plaza de Bolívar de Pereira los campesinos de la zona rural se están quedando sin agua, lo mismo que sus nuevos vecinos agolpados en condominios y parcelaciones para todos los gustos. La crisis del agua, traducida en su escasez y contaminación, no hay que buscarla en La Guajira, ni mucho menos en la Orinoquía o en Santa Marta.

El desastre ambiental, ante las barbas de las autoridades de la región, se construyó en medio de los espejismos del monocultivo del café y el desarrollo forestal que solo ha servido de pretexto para que los inversionistas se llenen los bolsillos de plata, mientras los campesinos se quedaron viendo un chispero. La destrucción de los bosques cafeteros, por ejemplo, alteró por completo los microclimas locales.

En La Florida, La Bella y en Tribunas - Córcega, las denuncias de sus habitantes no han tenido eco. Otro tanto está ocurriendo en municipios como Santa Rosa de Cabal, donde las voces de los ambientalistas parecen arar en el desierto. Al occidente del departamento la situación tampoco es la mejor. Los bosques modelos se ven bien, pero en las presentaciones de Power point.

Desde los años setenta los Andes colombianos han sido sometidos a una política extractivista cuyos impactos socio ambientales hoy comienzan a dar sus “frutos”, agravando mucho más los procesos de colonización a raja tabla que desde la segunda mitad del siglo XIX se desataron en esta región.

El monumento al hacha, en un parque de Armenia, es el ícono de esta epopeya llamada progreso por los empresarios de esa época.El Fenómeno del Niño, el cual comenzó a ocupar las primeras páginas de los diarios a comienzos de los años ochenta, y que hoy se patenta como el causante de la sequía, no puede servir de coartada para que los responsables de las políticas ambientales se escondan tras haber tolerado que paramos, bosques, humedales, montañas enteras y tierras fértiles cayeran en manos del extractivismo minero y forestal.

Los desastres no son cuestión del azar sino el resultado conspirativo de intereses privados que han sometido las políticas públicas, imponiendo visiones del desarrollo, comprometiendo la sustentabilidad del trópico y de paso un derecho humano esencial: el derecho al agua, hoy transformado en mercancía embotellada o facturada para sostener frondas tecno-burocráticas.

A este ritmo se ponen de moda los futurólogos y las agencias imperiales encargadas de descubrir la vida por fuera de nuestro planeta. Razón tiene uno de los campesinos de las veredas citadas cuando sarcásticamente me dijo, con desesperanza eso sí, que a este paso hay que buscar el agua en Marte, mientras el gobierno y las multinacionales se lavan las manos con alertas de diversos colores.
@agendaciudadana

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