jueves, 8 de mayo de 2014

Ciudad / Patrimonio: Salado Consotá: vestigios de historia

Muestra de sal, recogida del Salado de Consotá
La guadua caña brava. Un brote de agua salada. El río fresco y cristalino. Es el Salado Consotá, ubicado en el sector Caracol-La Curva, vía Armenia, en la cuenca media del río Consota. Un sitio asentado sobre fisuras inmensas de la tierra que permiten el nacimiento de una fuente de sal. 

Por: Carolina Molina y Daniela Patiño

En pailas de cobre, no de barro, porque no cuajaban, hervían el agua salada para sacar los granos que, envueltos en un paño, luego eran mezclados con cenizas frías para destacar su color blanco. Así realizaban el proceso de sal de Canaán los indígenas pobladores de Consotá, en el territorio conocido anteriormente como Cartago Viejo, hoy Pereira.
En el año 2003, a raíz de la curiosidad de Michael Tistl, un alemán atraído por la belleza natural pereirana, con el acompañamiento del Laboratorio de Ecología Histórica y Patrimonio Cultural de la UTP, surge el redescubrimiento de este legado cultural. A partir de pruebas de conductividad y excavación se encontraron los restos de un horno hecho en ladrillo, la primera fuente de agua salada, además de 14.000 fragmentos cerámicos que se encuentran como parte del patrimonio. Mediante estos hallazgos arqueológicos se busca reconstruir el pasado, como lo afirma el historiador Víctor Zuluaga, quien aclara la creencia errónea de que los Quimbaya fueron los primeros pobladores de este territorio: “hay mucho por averiguar”. 
Corre el agua del río Consota  para cruzarse abajo con la quebrada 
El Chocho, donde fue encontrado oro y cobre.

Se dice que los indígenas intercambiaban sal con los españoles. Richard Price, en su libro “La Salina de Consotá”, cita al cronista Cieza de León: “los españoles secuestraban a algunos indígenas con el fin de pedir rescate por ellos”. De modo que los vestigios de Pereira fueron de una poderosa cultura que toma un elemento clave: la sal.
Caminando por estas tierras llenas de rastros milenarios es evidente la presencia de la historia nuestra. Se percibe el olor a tierra húmeda, riqueza mineral y natural, ambiente colmado de vegetación que contrasta con el color verde y azul característico de la oxidación del cobre, ideal para realizar un producto esencial de la orfebrería Quimbaya, las tumbagas.
El Salado de Consotá es un bien de interés cultural ignorado por una población ávida de infraestructura, luces, carros e insaciable vida social. En contraposición está Alejandro Figueroa, un ciudadano comprometido con el lugar, el cual nos cuenta que logra conectarse con el espacio; inclusive ve todo a través de lo que vivieron los Quimbaya, además expresa el ser indígena que surge en él cuando visita dichas tierras.

Excavación con palustre, para los hallazgos de cerámica
Mano protectora

Mantenimiento, siembra, reforestación, adecuación, protección de este significativo lugar que guarda consigo 10.000 años de antigüedad,  es aquello que identifica al proyecto “Embelleciendo el Salado de Consotá”. Por tal razón, los convites son el enfoque de apropiación social que desde el año 2013 comprometen a quienes adoptan un sentido de pertenencia frente a una posible resignificación de la historia. Los “dolientes del Consotá”, como se hacen llamar los líderes de este proyecto que se repite el último domingo de cada mes, desean involucrar el Salado de Consotá en campañas culturales, como lo expresa Martha Cecilia Cano, antropóloga integrante del equipo de investigación. “Un lugar caminado y vivido”, es como se refiere a esta zona, la cual desean elevar como área arqueológica convirtiéndola en un escenario turístico no convencional. Un parque arqueológico sería un polo de desarrollo, un puente de investigación para ampliar nuestros horizontes.

De acuerdo con lo anterior, Rosa Castellanos,  egresada de la Facultad de Ciencias Ambientales de la UTP, señala que se espera llegar a un turismo cultural, es decir, el objetivo no es convertir el Salado y sus alrededores en un parque similar a los más visitados del eje cafetero, sino que tenga unas adecuaciones mínimas que no afecten el medio ambiente, tales como senderos y señalizaciones, en donde se puedan realizar visitas guiadas y  conferencias, encaminándose hacia el ámbito pedagógico. “Queremos que este espacio sea un aula viva para contar la historia local”, teniendo como público principal a estudiantes de universidades y colegios. “Su verdadero valor radica en el fortalecimiento de la identidad presente y la conservación de la memoria hacia el futuro”, como indica el texto “Cambios ambientales en perspectiva histórica”.

Abriendo paso con la ayuda de un machete, entre las grandes ramas que se extienden a lo largo del trayecto, nos adentramos en un cúmulo de historia, de la cual hasta el momento solo se ha explorado arqueológicamente el uno por ciento. En Colombia, por ejemplo, se encuentran diferentes lugares declarados parques arqueológicos como las ruinas de San Agustín, situado en el departamento de Huila, mientras que el Salado de Consotá aún está en proceso de reconocimiento ya que no cuenta con tantas piezas arqueológicas. El interés se basaría en la historia narrada ofrecida por el equipo investigativo.

A medida que se explora el Salado de Consotá se refleja el porqué de la apropiación social de un grupo de personas interesadas en aspectos arqueológicos, ecológicos y biológicos. Pocos pereiranos tienen conocimiento acerca de la existencia de un espacio natural, con mucho por indagar sobre la región, por esto se espera que el Salado tenga un mayor reconocimiento del que ya le otorgó el Ministerio de Cultura.    

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