Gustavo Álvarez
Gardeazábal, o solo Gardeazábal para quienes lo conocen, siempre ha estado en
el centro de la polémica. Hombre público desde que la memoria es memoria, vino
a Pereira para presentar su más reciente y polémico libro: “La misa ha
terminado”.
Sonríe cuando recuerda una reciente anécdota. Ocurrió en
Armenia durante el lanzamiento de su libro allí. Para ese día decidió vestirse
por completo de rosado, de pies a cabeza. Lo más gracioso, dice, es que las
organizadoras del encuentro habían distribuido previamente camisetas rosadas
entre todo el público asistente. Sonríe de nuevo y refleja en su rostro la
felicidad de haber estado sintonizado con los presentes.
Hoy no viste rosado, pero sí de color violeta, tanto en su
camisa como en el pantalón y los zapatos. Sube con dificultad unas breves
escalas y empieza con los comentarios
reiterativos sobre la vejez y sus achaques, algo que no abandonará hasta
el final de la entrevista. Gardeazábal es un pesimista que se considera
viviendo un tiempo extra. Y eso no lo atemoriza, más bien le causa risa.
Luego se dispone a comentar sobre su reciente obra, la cual
considera un espécimen raro, “porque la novela agoniza, está en sus
estertores”. Una obra que, por cierto, ha causado controversia pues aborda la
relación homosexual entre dos sacerdotes y también cómo en ciertos sectores de
la iglesia católica se usa el comercio carnal para ascender y adquirir poder. De
ella se han vendido 13 mil ejemplares en toda Colombia, una cantidad
impresionante en los actuales tiempos.
Al indagársele sobre la aparente dualidad que se nota en su
novela, pues cuestiona a la iglesia y a la par defiende a los sacerdotes que
tienen esta inclinación, refiere que hace pocos días se encontró con Fernando
Vallejo y discutieron sobre eso. Su conclusión es que Vallejo escribe contra la
iglesia y él sobre la iglesia.
Largo proceso
Refiere de manera amplia cómo trabajó durante siete años en
esta obra, incluso contrató a dos teólogos que lo apoyaron en algunas
investigaciones. Comenta, además, que es la primera novela que escribe teniendo
“plata suficiente”.
Sus comentarios se extienden al hablar sobre el ejercicio
tan complejo que significó emplear múltiples voces y focos narrativos, ubicados
todos por pares de antagonistas. Hecho destacable de su novela es la mezcla de
técnicas narrativas: “uso del narrador omnisciente”, en palabras suyas; cartas
dirigidas al autor por parte de un sacerdote; la voz de El Demente, quien
conduce internamente la obra; más los aportes de los personajes principales y
secundarios, que hacen de este libro todo un reto para cualquier escritor. “No
fue fácil montar este esquema, pues ya estoy viejo y la genialidad está es con
la juventud”.
El libro en su proceso tuvo algunos cambios, por ejemplo,
debió omitir la muerte del papa Ratzinger debido a que renunció durante el
proceso de escritura. Incluso, otros hechos consignados en el libro, según el
escritor, resultaron premonitorios, como la expulsión de 400 sacerdotes
homosexuales por parte del actual Papa, suceso que ocurrió el 7 de febrero,
casi una semana luego de lanzarse el libro por primera vez en Cartagena, en la
puerta de San Sebastián, santo que aparece también en la portada de “La misa no
ha terminado”. El resultado final es un
libro sencillo de leer y que atrapa de inmediato al lector. Una novela para no
perdérsela.
Al final, ya listo para asistir a una firma de libros, se
marcha de manera lenta, acompañado por su grupo escolta, y siempre lamentándose
por las restricciones físicas y enfermedades que lo aquejan. Gardeazábal se
volvió viejo, el señor más viejo que ha bajado esas escalas.
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