domingo, 3 de noviembre de 2013

Columna / Opinión

¿Y entonces qué?

Por: Lucía Correa Echeverry
“Creemos que los servicios prestados por usted a las administraciones sotistas (o sea, de Soto) lo protegerán de cualquier reacción negativa del mandatario de turno”. Quienes escribieron esta carta la hicieron bajo el temor que el dueño del pueblo y la comarca infunde a los pobre ciudadanos de la región.

Es una lástima que no aparezcan los firmantes del documento. Solo dice un grupo de amigos del Partido Conservador de Pereira.

O sea que no sabemos quiénes son estos caballeros y damas que al parecer viven en la zona de Pinares y Los Álamos, es decir, aquellos que viven en apartamentos costosos, tienen sus carros y disfrutan de un modus vivendi que da la posesión de un dinero adquirido por herencia, trabajo o buenos negocios y que esas herencias provengan de aquellas personas que hicieron grande a Pereira, y que ahora son sus hijos quienes disfrutan de lo heredado o han trabajado duramente para adquirir sus bienes.

En todo caso tienen el dinero para vivir bien, mucho mejor que la mayoría de los ciudadanos de Pereira, pero resulta que también son quienes deben aportar el dinero para la terminación de tantas obras que vienen de administración en administración, suministrando con el pago de los impuestos la plata necesaria para terminar esas obras inconclusas o emprender otras más a capricho del señor alcalde actual.

La carta está dirigida al concejal Álvaro Escobar Gonzales y, según los firmantes, lo eligieron en dos periodos para el Concejo, con el propósito de defender los intereses de las señoras y los caballeros que creyeron que él tenía el propósito de hacerle entender al señor Vásquez que ya están cansados de dar dinero en impuestos para hacer unas obras que, como la famosa calle 19, están en chino.

Pero, al contrario de un defensor, al parecer encontraron a alguien con muchos deseos de lo que tiene ahora en su mente el señor alcalde, lo cual es precisamente lo contrario: cobrarles más dinero por impuestos para que sean destinados a presupuestar una buena cantidad de cosas que son innecesarias, como lo es la famosa obra de la 19, para la cual parece o no sabemos le fueron dados por el Concejo los 2.700 millones de pesos que hacían falta para dar abrigo a los señores vendedores ambulantes.

Y esto no lo decimos nosotros, lo comentan en todas partes y en todo lugar. Vamos a ver en qué termina todo esto, siendo nosotros únicamente unos defensores de lo que atañe a la ciudad, porque hoy en día nadie se atreve a decir las cosas por temor al señor de los anillos que es quien manda a personas de todas las edades y en todo lo que ocurre en la ciudad.

Amanecerá y veremos, pero mientras tanto esperemos a ver qué pasa, qué sucede en esta ciudad tan digna y necesaria de tener mandatarios que valgan la pena.

Nos preguntamos hasta cuándo tenemos que esperar a que volvamos a tener mandatarios que valgan la pena, personas que no se dejen mangonear por lo jefazos que, a pesar de llevar mucho tiempo soñando con mandar esta parcela, no se dejan mangonear por quienes no quieren la ciudad sino que lo único que pretenden es manejarla a su amaño y a su antojo sin que el capataz de siempre dé las órdenes con las que pueda mangonear las situaciones de acuerdo con su voluntad; gracias a que no hay que servirle a la ciudad, pues él se encargará en su debido tiempo de aportar los votos para elegir al títere de turno.


Cómo añoramos cuando los mandatarios nos los escogían en Bogotá y eran personas de bien: trabajadoras, honestas a morir y tenían más qué hacer que lo que un concejo y un alcalde disponían para el bien de Pereira. 

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