Dialogar, no hay
otra salida
Los sucesos
recientes ocurridos en la que, de lejos, es la universidad más grande de la
región, además de ser el único centro de formación superior de carácter público
con educación presencial, en Risaralda, dejan varios sinsabores entre la
ciudadanía.
El primero de
ellos, quizá el más cuestionable, es la actitud hostil y negatoria del otro que
las partes involucradas tuvieron en mal momento como escogencia de lo que sería
la confrontación.
A pesar de los
llamados de la ciudadanía, de la necesidad del mismo, las partes se negaron de
manera tozuda a entablar un diálogo. Todo se limitó a una estéril guerra de
comunicados, faltos de contexto muchos de ellos, y para nada conciliatorios en
todos los casos.
Desde la rectoría
de la Universidad Tecnológica de Pereira casi a diario se expedían comunicados
emitidos por las directivas de la misma o suscritos por personas y entidades
afines a la actual administración, pero que por igual eran difundidos empleando
los medios oficiales de la UTP.
Por su parte, los
estudiantes –en un ejemplo de empleo eficiente de las redes sociales- también
hacían lo suyo llegando con su mensaje a los interesados. Los profesores,
agremiados tanto en Aspu como en AsdoUTP, enviaban comunicados a los medios y
la comunidad en general, más convocatorias a una que otra rueda de prensa –por
cierto, con poca asistencia de los medios-.
Eso sí, nunca, en
lo rastreado hasta una fase muy avanzada del cese de actividades, pudo
observarse un comunicado que enfatizara en el diálogo o que, por lo menos,
tendiera propuestas posibles para iniciar una negociación.
Fue esta
situación, quizá, una excelente metáfora de la sociedad colombiana actual. Sí,
una sociedad en la cual dialogar es sinónimo de claudicación, cuando no de
debilidad. Acá se asume el consenso como única posibilidad, de hecho el disenso
es duramente castigado, cuando no perseguido y anulado mediante los mecanismos
expeditos de quienes detentan el poder.
Es enojoso
decirlo, pero aparte de los cuestionamientos válidos o no, expuestos por cada
una de las partes, en el fondo subyace una posición intemperante, fruto quizá
de una educación general que hace carrera, en la cual quienes no estén por
completo de acuerdo conmigo, se califican como equivocados o como enemigos.
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