martes, 12 de febrero de 2013

“La Habana no es el escenario para el problema agrario”: Lafaurie




Polémica / Diálogos de paz


Disculpándose por la tardanza, José Félix Lafaurie, presidente de la Federación Nacional de Ganaderos, aparece en el restaurante del hotel. Luce un pantalón de mezclilla, una camisa blanca y un saco Lacoste. Con los ojos enrojecidos, un dolor de cabeza en avance, se sienta con amabilidad en la silla de un comedor, sin comer de un plato de frutas que tiene frente a sí, pero sí se despacha contra los diálogos de La Habana con las Farc. “Sufro insomnio y un dolor de cabeza brutal”, dice, mientras se dispone a contestar las preguntas. Uno de los más enconados contradictores de los diálogos de paz con La Habana expone sus argumentos. Estas son algunas de sus expresiones, tomadas momentos antes de asistir a un foro del sector en Pereira.

Hace referencia a Fernando Londoño, a quien escuchó en esa fría mañana hablando sobre el  reclutamiento de menores y sobre el cual escribió al Procurador General. En el ”Día mundial contra la utilización de menores en los conflictos armados” se refiere a cómo las Farc infringen esa regla y reclutan menores en el Vichada, “cuyo promedio de edad de reclutamiento está por debajo de los 12 años, los prostituyen”.
Pide que devuelvan a los niños que están vinculados a la guerra, “no tiene ningún sentido entablar diálogos con quienes siguen transgrediendo normas internacionales, como el Tratado de Roma, que prohíben los crímenes de guerra”.

Más sobre los diálogos

“Los diálogos están mandando un mensaje equivocado a la sociedad, que “el crimen paga”, que cuando se cometen actos de terrorismo, causando miedo en la sociedad, esta termina por transgredir las normas básicas de convivencia que se ha dado esa sociedad para poder vivir en paz”. Lo dice de manera enfática, mientras toma aliento para continuar su andanada.
“La democracia se fortalece es derrotando el terrorismo y, no por el contrario, cediendo a las pretensiones para negociar la ley cada vez que un actor armado intente presionar. Para acabar la guerra se requiere la acción resuelta del Estado”.

Refuta que con las AUC haya existido un proceso de diálogo, pues lo califica como de sometimiento a la justicia. En este caso (se refiere a las Farc) “se está negociando la ley, incluso la Constitución, precisamente para habilitar a quienes desde la otra orilla han tenido una actitud criminal contra el Estado y la sociedad”.

Se muestra reacio frente a las denominaciones dadas a la guerrilla. “No quiero darles el nombre de insurgentes. Insurgente es aquel actor que se rebela contra un Estado opresor. Aquí no, tenemos gobierno legítimo, unas instituciones legítimas, una democracia con precariedades, pero eso es lo que hay que tratar de enmendarla a través de un proceso democrático y no a través de las balas”.

Declaraciones de las partes

Asevera que “el país está enredado con las declaraciones de La Habana. Tenemos un gobierno que ha sido prudente en ese aspecto, en cambio sí ve por parte de quienes representan a la guerrilla en esa mesa. Y esa información es equívoca. Por ejemplo, hemos visto los diez puntos del tema del desarrollo rural”.

Añade que “uno se pregunta cuánto el gobierno es capaz de avanzar para encontrar un punto de convergencia. Pues no tenemos punto de referencia. La guerrilla, por ejemplo, plantea una reforma agraria que involucre 16 millones de hectáreas, nueve de reserva campesina y siete supuestamente para producir alimentos”.

“Uno hace una reflexión: durante 50 años, primero a través del Incora y después, a través del Incoder, jamás se entregaron más de un millón de hectáreas a los campesinos”, reafirma con tono pesimista.


Como concedor del tema agrario, expone con seguridad que “la entrega de esa propiedad rústica a los campesinos tuvo un impacto pobre, porque el Estado nunca aplicó una reforma agraria integral: es decir, no solo darle tierra a los campesinos, darle también otra cantidad de elementos que permitan pasar de ser propietarios de tierra a ser un actor productivo importante”.

Preguntas

Si el Estado en 50 años no pudo hacer algo aceptable con un millón de hectáreas, ¿si podrá hacer algo con la reforma agraria que piden estos señores de 16 millones de hectáreas? ¿Cuánto cuesta convertir una hectárea que está en ganadería extensiva en una actividad económicamente adecuada? Eso vale 10 millones, 15 millones. Por ejemplo, en palma vale 15 millones de pesos. Entonces, reconvertir 10 millones de hectáreas cuesta 150 billones de pesos. ¿Está dispuesta la sociedad colombiana a tributar para emprender una acción de esta dimensión? Yo lo dudo.

¿Eso en el fondo es un buen enfoque de desarrollo rural? Uno lo que ve en el mundo es todo lo contrario. El ejemplo es Brasil, que no se enfoca al minifundio sino a la economía de escala y es uno de los principales protagonistas del mercado de commodities. Está de acuerdo en que el gran problema de Colombia es el problema agrario, pero no enfocado como está.
Apuesta por el desarrollo agrario del país en alimentos y biocombustibles, pero se pregunta si eso se puede lograr con el minifundio o alguna otra alternativa que consulte la demanda mundial en estos aspectos.

“No considero que las Farc sean un actor válido para discutir sobre el desarrollo rural, cuando durante 50 años han puesto toda clase de obstáculos para que otros puedan lograrlo. Es un contrasentido político y de visión a futuro”.

“Los verdaderos actores de cambio están en la institucionalidad y esos al mismo tiempo tienen relación directa con los escenarios que la sociedad habilita para la construcción de política pública. El Congreso y el Gobierno son los escenarios naturales para discutir las políticas agrarias y no La Habana, como se está pretendiendo en estos diálogos”.

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