Ganador del 29 concurso nacional de novela “Aniversario ciudad de Pereira”. La
escritura como una posibilidad de redención. Diálogo con el autor.
Habla
con los ojos entrecerrados, mirando con fijeza a su interlocutor. Sus palabras
suenan seguras en medio de los libros que rodean la charla en el último piso
del área cultural de Banrepública, un lugar que ya se convirtió en parte de su
entorno natural, casi que en su segundo hogar.
Tiene
25 años, pero parece más joven debido a su cuerpo delgado y cabello un poco
largo. Él es Alan González Salazar, un
pereirano que trasega por los caminos de la literatura y del teatro, además de
la dulce bohemia en la nocturna carrera sexta.
Sobre
la mesa reposa un ejemplar de Anónimos,
la novela que le permitió ganar el premio de novela. El color naranja de la
carátula poco le gusta, pero alaba la calidad de la edición. Lo dice con
absoluta transparencia, sin malas intenciones.
Con
aire profesoral, no en vano está a punto de terminar una licenciatura en
español y literatura, cita a Pessoa: “el poeta es un fingidor, finge tan
completamente que finge que es dolor el dolor que verdaderamente siente”, lo
que sirve de abrebocas para comentar sobre cómo el tono intimista en su novela
es engañoso, donde parece que se estuviera confesando. Lo dice mientras cita a
varios autores rusos del siglo 19 (Dostoyevski, Gogol y otros) como referentes
para su obra. Incluso, se refiere de manera reiterada a “Papá Dostoievski”.
Sin manifestar
dudas, califica a Anónimos como una
“novela social”, pues retrata en ella las angustias de los jóvenes que deambulan
por la vida. Lo rural y lo urbano, la descripción y el monólogo interior, se
conjugan en esta obra que es fruto de una labor escritural de varios años. De
hecho, esta novela es hija de la reescritura de un borrador que compartió con
algunos hace algún tiempo.
Aunque
es una novela breve -tiene 108 páginas- considera que no es fácil y comenta
sobre la necesidad que tiene el autor de releer, de volver a las páginas
pasadas para lograr una comprensión total del texto.
Cita a
Ítalo Calvino, para luego explorar sobre el hecho de “sacarse del yo”, como
cierto tipo de búsqueda espiritual. “Apalabré las angustias de mi generación”,
dice, mientras enfatiza sobre los jóvenes y la literatura como oficio. De
hecho, ironiza sobre Juan Gabriel Vásquez y Mario Mendoza, autores que la
crítica califica como jóvenes, “a pesar de sobrepasar los 40 años”.
Se
queda leyendo en la biblioteca, mientras continúa trazando nuevos proyectos en
la escritura de obras teatrales y poemas, campos de la creación que en el
pasado también le han deparado satisfacciones. Alan vive para las letras y, con
este premio y por primera vez, pudo vivir de la literatura por unos meses. Solo
queda esperar que el futuro le depare muchos años viviendo en y para la
literatura.
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