Cuando las quebradas se privatizan
Veintiuna quebradas cruzan a Pereira de un lado a otro. De ellas, dos son características de la Comuna Universidad: La Arenosa y La Dulcera.
Dos hombres viejos marcan el inicio y una de las partes finales de la cuenca de la quebrada La Arenosa, una de las 21 quebradas que cruzan Pereira. Ellos son Rafael Antonio García y Francisco Javier, así, sin apellido. Cada uno, en las arrugas de sus pieles, cargan algo del agua pura que años antes surcaban como reptantes hilos la inclinada topografía de Pinares.
Rafael Antonio, desde hace 50 años, vive en una casa maltrecha que parece suspendida en la orilla de la quebrada La Cristalina, en la calle 1 No. 2-26 . Allí, cerca del cerro Canceles, comienza una de las historias acuáticas de la comuna. La corriente de agua se desliza pequeña, transparente y le da una atmósfera particular a la casa, a la que se accede cruzando un improvisado puente de madera que pareciera desplomarse en cualquier momento.
Por el patio de la casa caminan desorientadas varias gallinas y gallos, lo que suma más desorden al ambiente de por sí lamentable debido al estado de la casa, que pareciera hecha con sobrantes de anteriores construcciones: tablas, material enmohecido y un techo desajustado que articula tejas semidestruidas. Allí viven su esposa y dos personas adultas más.
A pocos metros de allí, cruzando un puente que lleva a la vereda Canceles, hay un pequeño grupo de casas pequeñas, que mezclan madera con otros materiales, pero que lucen en mejor estado debido a la oportuna pintura. Son parte de una antigua invasión que ya ganó visos de legalidad.
La Cristalina sigue su rumbo al aire libre, rodeada por vegetación nativa, pero apenas a 150 metros de allí desaparece para perderse en las entrañas de un box culvert retorcido y oscuro, sobre el cual se encuentra el parqueadero de “Rincón de Pinares”. Pero metros antes recibe los primeros chorros de aguas residuales. Desparecen, así, su transparencia y también la posibilidad de ser vista, para convertirse en un flujo de aguas subterráneas.
La Arenosa
Casi como una continuación de La Cristalina, pero a más de 200 de distancia, La Arenosa baja también por las depresiones de Pinares, contaminada ya con los desechos de algunas propiedades vecinas.
En su orilla sur existe una zona de juegos infantiles, ampliando un poco la zona verde que, en el resto del recorrido luce aprisionada entre torres de cemento que le roban oxígeno y le dan un aire sombrío al recorrido. La fauna es casi inexistente, salvo algunos pequeños pájaros e insectos. Pero allí, en medio de la nada, donde pareciera extinguirse la vida silvestre, de repente aparece una casucha con paredes de plásticos y una hoja grande de teja sintética transparente.
Ese es el hogar de Rafael Antonio García, de 54 años, tres de ellos vividos en la improvisada vivienda, en donde apenas lo acompaña “Muñeca”, una perra criolla que se niega a ser acariciada, incluso por su dueño. Desechos de todo tipo, entre ellos cuatro voluminosas maletas, completan un cuadro que apenas puede calificarse como deprimente.
Francisco Javier es reciclador y afirma que hasta hace dos meses podía bañarse en la corriente de la quebrada. Incluso, comenta que un poco antes allí había peces. Algo difícil de creer al constatar el olor descompuesto que expele la corriente de agua. En fin, a la gente hay que creerle.
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