Colombia le debe al periodismo su buena imagen
democrática en el exterior. Así lo constata
el diplomático Baldomero Sanín Cano en 1934 después de leer en la página
social de La Nación artículos de periodistas argentinos dando la bienvenida
a quien fuera uno de las grandes humanistas del siglo XX en Colombia. Hoy
podemos decir lo siguiente: Los peores momentos de la historia de Colombia
coinciden con el vasallaje del periodismo al poder. Y, por lo mismo, sus mejores
momentos cuando por cuenta de voces independientes el poder busca sin lograrlo
la forma de movilizar a los agentes del orden para imponer diversas estrategias
de censuras e ir así eliminando de raíz a quienes transcriben y transfieren la
realidad, tal como es, variada, rápida, efímera, leve, con más apariencia que
verdad de a puño.
VECINOS es una publicación que se ha vuelto
un laboratorio de estudio para muchos universitarios,
especialmente para los que vienen de afuera, soñadores de una Colombia mejor,
más del lado del principio de la equidad para
convivir a pesar de las adversidades, que puestos los sentidos en una
voluntad de venganzas inmortales. Pero también VECINOS es parte de las
conversaciones diarias, de las
sostenidas en medio de la prisa en pasillos, salas de esperas y, por supuesto,
a la hora de compartir la temperatura cultural de la ciudad, sus nuevos
espacios y talentos, la nostalgia por los trabajos manuales y al mismo tiempo
el convite masivo alrededor de los nuevos verbos: tuitear, chatear, selfiear,
mafiar.
Por último, VECINOS es el periodismo moderno
–visual, sarcástico, iconoclasta, mezcla de ceremonial y de informalidad– y, en
lo fundamental, el micro-centro de los
encuentros generacionales, donde el diálogo constructivo alrededor de la ciudad
lleva por buen camino hacia la urgencia de comprender voces divergentes en el
marco de la democracia posconflicto.
La desaparición de un periódico no es buena
noticia para nadie. No lo es para los lectores ni para los anunciantes.
Pensemos en ese lastre centenario de la imagen comercial de la ciudad, como si
solo fuéramos una constante feria de exposición. Barcelona supo sacudirse de
esa imagen comercial frente al poder central de Madrid, sólo cuando sus jóvenes
universitarios, nuevos comerciantes de ultramar y pequeños comerciantes del
libro, productores de cine y de la ópera italiana, le dieron a entender a la dictadura de Primo de Rivera y a la Monarquía
de los Borbones, que la libertad de expresión es lo más importante para el
desarrollo de una colectividad y, emparentadas a esta, las distintas manifestaciones
de la vida científica y artística.
Todo periódico es la mejor hoja de vida sobre
la salud de la democracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario