viernes, 19 de diciembre de 2014

Opinión / Letras muertas. Por: Hugo López Martínez

Colombia le debe al periodismo su buena imagen democrática en el exterior. Así lo constata  el diplomático Baldomero Sanín Cano en 1934 después de leer en la página social de La Nación  artículos  de periodistas argentinos dando la bienvenida a quien fuera uno de las grandes humanistas del siglo XX en Colombia. Hoy podemos decir lo siguiente: Los peores momentos de la historia de Colombia coinciden con el vasallaje del periodismo al poder. Y, por lo mismo, sus mejores momentos cuando por cuenta de voces independientes el poder busca sin lograrlo la forma de movilizar a los agentes del orden para imponer diversas estrategias de censuras e ir así eliminando de raíz a quienes transcriben y transfieren la realidad, tal como es, variada, rápida, efímera, leve, con más apariencia que verdad de a puño.
VECINOS es una publicación que se ha vuelto un  laboratorio de estudio para muchos universitarios, especialmente para los que vienen de afuera, soñadores de una Colombia mejor, más del lado del principio de la equidad para  convivir a pesar de las adversidades, que puestos los sentidos en una voluntad de venganzas inmortales. Pero también VECINOS es parte de las conversaciones diarias,  de las sostenidas en medio de la prisa en pasillos, salas de esperas y, por supuesto, a la hora de compartir la temperatura cultural de la ciudad, sus nuevos espacios y talentos, la nostalgia por los trabajos manuales y al mismo tiempo el convite masivo alrededor de los nuevos verbos: tuitear, chatear, selfiear, mafiar.
Por último, VECINOS es el periodismo moderno –visual, sarcástico, iconoclasta, mezcla de ceremonial y de informalidad– y, en lo fundamental, el  micro-centro de los encuentros generacionales, donde el diálogo constructivo alrededor de la ciudad lleva por buen camino hacia la urgencia de comprender voces divergentes en el marco de la democracia posconflicto.
La desaparición de un periódico no es buena noticia para nadie. No lo es para los lectores ni para los anunciantes. Pensemos en ese lastre centenario de la imagen comercial de la ciudad, como si solo fuéramos una constante feria de exposición. Barcelona supo sacudirse de esa imagen comercial frente al poder central de Madrid, sólo cuando sus jóvenes universitarios, nuevos comerciantes de ultramar y pequeños comerciantes del libro, productores de cine y de la ópera italiana, le dieron a entender a la  dictadura de Primo de Rivera y a la Monarquía de los Borbones, que la libertad de expresión es lo más importante para el desarrollo de una colectividad y, emparentadas a esta, las distintas manifestaciones de la vida científica y artística.

Todo periódico es la mejor hoja de vida sobre la salud de la democracia.

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