sábado, 5 de julio de 2014

Fútbol / Pasión: La derrota que unió a todo un país

Un estadio abarrotado, solo camisetas amarillas de la Selección Brasil, unas cinco mil eran el lunar que acompañó a combinado de Pekérman. Un rival fuerte y apoyado por los más de 200 millones de habitantes de ese país, los medios brasileros titularon:  "Brasil confiado ante Colombia", del otro lado,  a miles de kilómetros, los colombianos preparándose para el encuentro, no confiados pero con mucha fe. 

El himno no retumbo en el Castelao, retumbo en toda Colombia, establecimientos comerciales, bares, almacenes, tiendas, hogares, estaciones de policía, en las las principales ciudades las plazas se llenaron; sí, todos se dieron la cita para el momento más importante en la historia del fútbol colombiano. En España, el estadio Santiago Bernabéu escuchó el himno colombiano, en las afueras del escenario deportivo cientos de compatriotas a través de una pantalla gigante pudieron acompañar a Colombia. 

Mucho fue ansiedad, todo fue emoción y el pitazo inicial sentenció lo que durante días estábamos sintiendo los colombianos, el deseo, la emoción, el orgullo de llegar hasta cuartos. 

Un partido consciente: 
El primer gol, conscientes de que se perdía de manera temprana 1-0, también se supo las causas, la selección se amilanó en los primeros minutos, al onceno tricolor no le fue fácil meterse en el partido, tal como lo hizo el local;  fue solo hasta el minuto 10 que Colombia entró en confianza y se encaró al anfitrión, mostrando de qué esta hecha esta generación de gladiadores. 

El juego fuerte se vio de lado y lado, el árbitro muy polémico por cierto, intentó llevar las riendas del juego limpio sin tener resultado; se convirtió en un tercer protagonista cuando en lo futbolístico el partido no lo estaba pidiendo. 

Neymar, del que tanto se ha hablado no apareció, solo fue nombre, tinta en los medios y reputación; el 10, nuestro James estuvo presente, porque es un 10 silencioso y contundente, no hace las diferencias, las marca. Desde el medio campo Rodríguez con dos o tres desatenciones en el primer tiempo, entendió y corrigió, para nuevamente convertirse en el referente ofensivo de Colombia. 

Desde la distancia la ansiedad que habíamos vivido antes del partido se intensificó, se multiplicó, los minutos pasaron y en el campo los jugadores daban los mejor de sí, eso fue evidente; de este lado no hubo reproches, solo el deseo de ganar. 

Los 45 minutos del tiempo complementario se instalaron en el libro de la historia, más que por el choque en la cancha y la expectativa, por el rival mismo; enfrentamos un Brasil reducido, sin juego, sin alternativas, apelando a los pelotazos; un Brasil que desde la opinión de diversos medios no está para ser el mejor del campeonato 

Orgullo: 
Lo que vendría después sería el momento más abrumador en el partido, David  Luiz, el zaguero central de Brasil, dejaría en silencio nuevamente a los 47 millones de colombianos con un golazo de tiro libre, 2-0; sin embargo, ese fue el momento de mayor orgullo, porque fue entonces cuando Colombia demostró que el amor por el país se lleva en el corazón, tal como lo decían las campañas, tal como los estrategas del marketing lo postularon en el merchandising; esos fueron los últimos y mejores minutos del mundial de Brasil 2014. 

El gol del respeto llegó por medio de un penal, que debió ser expulsión según las disposiciones de la FIFA, esa que juega de acuerdo al color de la camiseta y al número de ceros en la economía de quien se preste para sus cometidos. James, nos daría el último grito de gol a todos los colombianos, él se quedó con 6, un buen promedio para un jugador de talla mundial que está próximo a cumplir los 23 años. 

Brasil se escondió en su propia cancha, reducida a su mínima expresión los canarinhos pedían que se terminara el juego, porque como dijo Neymar "no estaban para espectáculos, estaban para ganar"; olvidando la estética, el juego bonito que tanto se promociona; sí señores, esa Colombia, esa generación demolió las intenciones del Brasil que ganó sin merecerlo, porque es la dinámica del fútbol, no por otra cosa. 

Así lo entendió el país, y así lo lloró, porque cuando se tienen a 11 hombres que dan vida y el corazón dentro del campo, lo que resta es apoyo. El pitazo final del controvertido juez, fue el inicio del dolor nacional, porque ese partido revivió el deseo de unión en Colombia. Quién lo creyera, que fuera el fútbol, un deporte popular el que le diera vida e ilusión a esta amada tierra; no fue apariencia, fue la tristeza de ver a un equipo que merecía más, salir desconsolado de un estadio que aplaudió su actuación. Lágrimas, las mejores que ha derramado Colombia, porque fueron de alegría y de orgullo por la trícolor, que con una pelota, unió a todo un país. 

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