Las hermanas Ramírez no cuentan con recursos económicos fijos y por su edad no les dan trabajo. (En la fotografía se ven las condiciones de la vivienda en la que viven). |
Una enfermedad psicológica y la edad tienen en serios líos a estas dos
hermanas pereiranas que a diario se ven en apuros hasta para comer, hoy apegas
a lo único que les queda de valor en la vida que es su casa, no comprenden si
el regalo que les dio la vida hace 22 años fue una bendición o una maldición.
Transcurría 1992 y Zenobia Ramírez,
ayudaba a su familia comprando algunas cosas en el supermercado Comfamiliar,
entonces ubicado en la calle 21 entre carreras 4a. y 5a. Cuando se dejó seducir
por una vendedora que insistentemente le pedía comprara un taco de galletas con
el fin de que participara en la rifa de un carro.
Aquel día sin imaginarlo a esta
mujer de escasos recursos el destino decidió premiarla; la impulsadora le había
dado suerte y antes de poder asumir la noticia a Zenobia la subían a un carro
marca Spring último modelo, aquel que ni en sueños imagino tener.
Graciela Ramírez |
La vida le daba una bendición
pues asesorada por profesionales en pocos días logró vender el auto y en un
abrir y cerrar de ojos logró hacerse a su propia casa donde ha vivido desde
entonces junto a su hermana Graciela y donde acogió hasta hace dos años a su
mamá.
El haberse ganado la oportunidad de tener casa propia, también fue su tiquete a la enfermedad, pues días después de haber recibido el premio la ganadora empezó a desarrollar su enfermedad mental.
Si bien en el momento creyó que
era el mejor regalo de la vida, hoy no sabe si este es una maldición, pues la
falta de recursos, la edad y una seria enfermedad psicológica le ha impedido
contar con el dinero suficiente para los gastos de mantenimiento de la vivienda
y a duras penas su hermana logra llevar dos mil pesos diarios a casa que deben
rendir para pagar servicios, comida y hasta el predial.
Zenobia Ramírez |
Aunque la suerte de Zenobia la envidiaría cualquiera,
lo que muchos no saben es que esta humilde mujer a la que no le queda nadie en
el mundo más que su hermana y que está impedida para trabajar, no puede acceder
a auxilios del gobierno por tener a su nombre la propiedad.
“Nosotros siempre fuimos pobres y
pues yo he tenido siempre espíritu emprendedor y con mi chacita rodante voy por
el centro vendido algunas bananas y chicles y el día en que mejor me va traigo
cinco mil pesos a casa”, manifiesta Graciela quien además de estar a cargo de
los gastos de la vivienda debe lidiar con el problema que perturba a su
hermana.
Hoy estas mujeres piden a los
entes gubernamentales volqueen su mirada hacia ellas, analicen su situación y
les permitan acceder a beneficios económicos para vivir dignamente, no perder
su casa y acceder a un tratamiento de salud para Zenobia, pues su problema se
agudiza cada día más.
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