miércoles, 6 de noviembre de 2013

Siembra / Comuna

Como un árbol desnudo

VECINOS promovió una campaña de arborización de la comuna con el apoyo de residentes, empresas y entidades. 


Lluis Llach, canta-autor catalán, tiene una hermosa canción que habla sobre la necesidad ser frente a un mundo que nos abruma. De hecho, inicia con los siguientes versos:

Como un árbol desnudo,
como dibujo hecho al viento,
como un árbol desnudo,
yo, el pájaro.

Así, como desnudos del mundo, necesitados de vida, de la sombra generosa de unas ramas que a todos abrigan sin distingo alguno, decenas de personas caminaron las calles de la comuna en la tórrida mañana del 19 de octubre. Un sábado generoso con los sembradores de plántulas que, en pocos años, se mostrarán como alegres guayacanes amarillos que esperan la florescencia para pintar de color las calles y parques.


Niños –muchos, por fortuna, pues en ellos radica la esperanza–, jóvenes y adultos, corrían por doquier en una comparsa alegre por la noble tarea que recién empezaba. El parque de La Rebeca fue el punto de encuentro: globos, vehículos, camisetas, barretones, palines, baldes, estacones y, por supuesto, los mimados de la jornada: pequeños árboles de frágiles hojas, acogidos en hileras organizadas dentro de un cesto de plástico.

Palabras para reconocerse, para encontrarse con el otro; luego, recibir instrucciones y los respectivos implementos para empezar una labor que a algunos les sacó ampollas, dichosas ampollas por saberse afortunado de aprender a echar raíces.

Un poco después, tomar en las manos esas frágiles plantas, como bebés que piden cariño y un poco de calor, llevarlas de la mano hasta el lugar donde serán sembradas, para que sus raíces perforen la tierra con el fin de anclar nuestros sueños de una ciudad más verde, más descontaminada, en fin, más amable con los seres vivos.


Recordar o aprender cómo trabajaban nuestros ancestros esa tierra fecunda que de cualquier semilla nos provee ricos frutos. Tomar nobles herramientas de labranza, romper la maleza, crear espacios de supervivencia que demarquen el espacio necesario para iniciar su crecimiento.

En fin, hacer que las raíces de los guayacanes se encuentren con nuestras propias raíces, aquellas que hicieron del hombre antiguo un ser prosaico, límpido, honesto consigo mismo y con la trivial labor que realizaba: sembrar vida en la tierra para dejar semilla, frutos, hojas y flores para una generación futuro que parece tener extraviadas sus raíces.

Avenidas, calles y parques fueron testigos de la romería, hasta que después del mediodía el parque de Álamos acogió a los ya extenuados campesinos de ciudad que ese día entendimos algo simple: en la tierra están nuestras raíces y a ella hay que volver.



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