viernes, 8 de noviembre de 2013

Opinión / Editorial

Lo que pasa en la UTP

Por Gloria Inés Escobar
Dentro del claustro universitario están pasando cosas que desde afuera no se ven y por tanto no se saben. En realidad lo que de la universidad se conoce es lo que publicitan el rector y sus voceros, es decir, lo que le conviene, lo que le permite justificar y defender su estadía prolongada en la rectoría. Se muestran cifras y más cifras, crece el número de estudiantes, programas, docentes -eso sí, catedráticos-, proyectos… pero también, y esto es lo que no es público, de irregularidades en la administración de la universidad.

Para mencionar solo algunas: los concursos para docentes de tiempo completo se acomodan a los perfiles de los protegidos de la administración; los catedráticos son nombrados en gran medida por ser amigos, ahijados, cuotas de tal o cual funcionario; la asignación de puntos por publicaciones para aumento salarial es poco menos que sospechosa, su ejemplo más llamativo es el del profesor Fernando Mesa, quien en el año 2009 publicó 11 libros, 1 de 180 páginas, 3 de 200 y 7 de 250, además de numerosos artículos en revistas, todo esto al mismo tiempo que dictaba clase, así que o bien estamos ante un caso de evidente fraude o ante un caso de típica genialidad, evento en ambos casos, digno de ser conocido por la sociedad.

En realidad hay mucho más que mencionar y que es motivo de discusión en los distintos estamentos universitarios, pero hay también hechos de los que no se habla, que se callan y se minimizan cuando alguien se atreve a mencionar, tal vez porque involucran a docentes con cierto prestigio o porque son considerados de poca importancia o, finalmente, porque dentro de nuestra cultura tales hechos se han naturalizado. Me refiero al acoso sexual del que son víctimas estudiantes de muchos programas. Acosos que terminan por ahuyentar a algunas, ser tolerado por otras y denunciado por unas pocas que se atreven.

Es recordado, por ejemplo, el caso que fue denunciado en el 2010 por una estudiante del programa de Comunicación e Informática Educativas, quien fue víctima de acoso en una típica estrategia de “asesoría” por parte de profesores en sus oficinas. Denuncia que fue respaldada por firmas de otras estudiantes quienes habían sido también asediadas por el mismo docente. Pero como ya se dijo, son muy escasas las estudiantes que tienen el valor de denunciar por todas las implicaciones que puede traerles y por la poca o nula repercusión que logran este tipo de hechos. Pero si bien las denuncias son pocas, los casos de acoso no lo son, al contrario, pululan, pero quedan en el silencio.

No es de extrañarse que esto ocurra, pues lo mismo sucede en el ámbito laboral y en todos aquellos espacios en los que las relaciones de poder median, todo ello como consecuencia lógica de la posición que la mujer tiene en esta sociedad patriarcal en la que esta es considerada un objeto, principalmente, de carácter sexual.

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