Cuando Pereira le puso alas a un sueño
¿Quiénes de los pereiranos no han pasado una tarde en el Aeropuerto
Matecaña? Este paseo era uno de los más apetecidos por los niños de hace pocas
décadas y por los adultos, que comían y usaban la piscina aledaña.
5 de julio
de 1986, vista del Papa Juan Pablo II, al corazón del Eje Cafetero, la
comunidad pereirana se volcó a recibirlo con gran aprecio.
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El aterrizaje de los grandes aviones Boeing,
algunos de ellos internacionales, era una experiencia casi irrepetible para
muchos en Pereira, incluso de ciudades aledañas que venían exclusivamente para
conocer eso enormes pájaros de brillo metálico que vomitaban pasajeros por
decenas.
Corrían los años 80, los alrededores del
aeropuerto estaban repletos de lugares para degustar comida típica o un
refresco, pues por extrañas razones siempre hacía mucho calor los domingos en
la tarde.
Mientras los padres comían toda clase de
viandas, los niños corrían entusiasmados pegados a la malla de seguridad, los
ojos aguzados para ver mejor los aviones que llegaban al lejos, o para observar
con detalle alguno que estaba parqueado a un lado de la pista. Más de un tímpano
quedó deteriorado desde entonces, pero poco importaba con tal de ver los
aterrizajes.
Claro que los adultos no se quedaban atrás.
Con mayor disimulo, pero con mucho entusiasmo miraban con esperanza hacia el
cielo a la espera de algún aterrizaje y poder contar luego lo inmensos que eran
esos aviones.
Mientras volaban los aviones, lo niños corrían
con cometas, comían helado o hacían uso de los juegos dispuestos en la zona
aledaña, donde hoy queda el zoológico.
Historia de esfuerzos
Transcurría 1934, la ciudad aún pertenecía al
departamento de Caldas y el pueblo tenía sed de desarrollo, cuando un grupo de
hombres reconocidos miembros de la sociedad pereirana ya pensaba en las
necesidades de toda la comunidad e imaginaban que los sueños colectivos podrían
llegar a tener alas.
Fue en una reunión de la Sociedad de Mejoras
Públicas (SMP) donde para la época se empezó a tejer la idea de tener un
terminal aéreo que no solo permitiera a otros llegar más rápidamente al corazón
de la región cafetera, sino también ser el punto de partida para que muchos
pereiranos alcanzaran sus metas.
Diez años después de que naciera tal idea, Guillermo Ángel Ramírez,
presidente de la SMP, ya daba los primeros pasos para acercar a los pereiranos
aún más hacia el futuro y fue entonces cuando se nombró comisión permanente que
fue integrada por Bernardo Mejía Marulanda, José Carlos Ángel, Gonzalo Vallejo,
Alcides Chavarriaga, José Calad, Jorge Roa Martínez, Hernando Cadavid y
el mayor del ejército Arturo Charry, quienes velaron de principio a fin para
que este proyecto tuviera un fin exitoso.
Buscando la forma de que este sueño fuera el ideal de toda una ciudad
que poco recibía de los recursos gubernamentales para su avance y desarrollo,
fue nombrado por su capacidad de liderazgo el periodista Benjamín Ángel Maya,
para que a través de sus artículos en el periódico El Diario –dirigido por
Emilio Correa Uribe- convocara a todo el pueblo a participar en la construcción
de su aeropuerto.
Mientras se levantaba una gesta de civismo en una época en la que la
corrupción no existía y predominaba el amor por la ciudad, pilotos e ingenieros
empezaron a buscar el terreno adecuado para la construcción de la pista.
Ingeniero
Civil Armando Ramírez Villegas
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“Hay varias anécdotas sobre la búsqueda del terreno; inicialmente
pensaron en ubicar el aeropuerto en el municipio de Dosquebradas, sin embargo
pilotos especialistas determinaron que no era adecuado ya que la zona estaba
rodeada de grandes montañas que impedían maniobrar el aterrizaje”, narra el
Ingeniero Armando Ramírez, quien participó como Director de Obra en una de las
remodelaciones del terminal al aéreo.
“Cuenta la historia que los encargados observaron que la zona hacia
Cartago solía ser más despejada y fue así como llegaron hasta unas fincas
cañeras ubicadas en el sector de Nacederos, allí con cometas empezaron a medir
la velocidad, magnitud y dirección de los vientos, días después se determinó
que ese era el lugar correcto”.
Fue así como el momento más esperado para los capitalinos llegó el 28 de
junio de 1945; desde las 6:00 de la
mañana con una alborada, la presentación de juegos pirotécnicos y de las Bandas
Marciales de la Policía y el Ejército, los pereiranos se vistieron de patria y
se reunieron en el Parque La Libertad para marchar juntos hasta los terrenos
donde se empezaría la construcción del campo de aterrizaje.
“El 90 por ciento de la comunidad se volcó al convite que duró todo el
día y en el que además hubo la presentación de una cuadrilla de tres aviones de
la Fuerza Aérea Colombiana, la gente cansada de no tener el apoyo del gobierno
para este tipo de proyectos, quiso demostrar a todo el departamento e incluso
al país lo que podían lograr al unir sus fuerzas”, relata Ramírez, mientras
recuerda que sus padres fueron parte de este ideal.
Con la intervención de los ingenieros Carlos Drews
Castro, Tiberio Ochoa Uribe, Enrique Gómez Pineda,
Rafael Calle De la Cuesta y Hurtado Sarria, también ingenieros, las obras empezaron avanzar a pasos agigantados y
para el 9 de noviembre de 1946 el coronel Luis Carlos Londoño Iragorri,
natural de Popayán, en una acción sagaz decidió convertirse en el primer piloto
en aterrizar en Pereira; cientos de personas se volcaron a observar la llegada
del avión bimotor de la Fuerza Aérea.
“Un día el Coronel Londoño llamó y propuso que
si le quitaban una piedra grande que había en la pista, al día siguiente
aterrizaba; fue un curioso espectáculo que hizo que la gente se comprometiera
aún más con la causa”.
Finalmente, los días de 7, 8, 9 y 10 de agosto
de 1947 fueron de fiesta. Pereira ya tenía Aeropuerto y una pista de 1.500 metros de longitud,
“Recuerdo que ese día aterrizaron tres aviones, entre ellos uno de Avianca y
otro de Viarco,”, relata el Ingeniero Ramírez.
Pero la tecnología avanzaba rápidamente y con
ella llegaban al país el diseño de nuevos aviones, hecho que causó que al muy
poco tiempo de haberse inaugurado el Matecaña, se viera la necesidad de ampliar
la pista 320 metros más de longitud.
“Para 1948 llegaron los DC4 o tetramotores y
se vio la necesidad de ampliar de nuevo la pista y desplazar un poco el eje de
la misma para ir acomodándola a la topografía, los mismos ingenieros estuvieron
muy activos durante el proceso y la ciudad celebró de nuevo la reinauguración;
para el entonces Avianca ya tenía su caseta, mientras que Lanza y Viarco
empezaban a construirlas”.
Según cuenta el Ingeniero Ramírez, para la
época la pista no era pavimentada, por el contrario había sido construida en
material granular de Combia, mismo material que se utilizó para afirmar muchas
vías de Pereira, y con la aparición de los Jet, nuevamente para 1965 se necesitó de otra
remodelación.
En esta oportunidad el Ingeniero Armando
Ramírez, quien ya era profesional, participó como director de obra, logrando
aumentar la pista de 1.820 metros a 2.020, y la construcción de un terraplén de 620 mil metros
cúbicos.
“Para entonces se puso la iluminación de la pista y las ayudas de
navegación, entre ellos un VOR en Santa Rita y un radio faro en la zona de El
Tigre; la tercera remodelación del aeropuerto se desarrolló del año 65 al 68”.
Una vez terminados los trabajos de la pista,
procedieron a la construcción del edificio de la terminal pasajera y la torre,
hecho que fue registrado del año 73 al 75 y nuevamente el Aeropuerto tuvo una
inauguración.
Pero la verdadera fiesta de los pereiranos llegó
el 5 de julio de 1986 cuando el papa Juan Pablo II aterrizó en la ciudad; todos
aquellos que habían participado de la construcción de la pista lloraron con
orgullo al observar que el sumo pontífice pisaba el asfalto que con tanto
esfuerzo y amor habían levantado.
Lástimosamente toda esta historia tan bonita del pasado, comenzó a dañarse cuando, por motivos de seguridad, comenzaron a cerrar todas las terrazas a cielo abierto que nos permitían contemplar estos gigantes del cielo. La terminal diezmó su belleza con la construcción de salas de amabarque sobre el corredor que antes correspondía a la terraza. Una verdadera lástima para este majestuoso lugar de diversión de aquel entonces.
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