martes, 3 de septiembre de 2013

Dinamismo / Ciudadanía

Leonor Mary, vigor cívico

Presidenta de la Veeduría de la Circunvalar, quizá una de las más activas en Pereira, Leonor Mary Marmolejo es una mujer que ha sabido transformarse luego de dolorosas crisis en su vida.

Ejercitarse para mantenerse bien en lo físico es una tarea que no descuida a pesar de la cantidad de compromisos que mantiene en su agenda diaria.
“Reinventarme muchas veces en la vida”, debido al enfrentamiento de circunstancias difíciles, esa ha sido una práctica constante para la excongresista Leonor Mary Marmolejo.

De esos dolores, la muerte de su hijo Diógenes es uno de los momentos más lamentados, incluso afirma que “casi no sobrevivo a ese dolor”. Al fondo, mientras habla, desde la ventana de su apartamento la vista de buena parte de la comuna se tiñe con los arreboles de la tarde que termina.

A pesar del momento tan difícil, luego de esa experiencia tomó la decisión de consagrarse a pensar la ciudadanía desde otra perspectiva, por ello se dedicó a leer y releer muchos de los autores que su hijo, magister en Ciencias Políticas de la Universidad Javeriana, dejó en su biblioteca. Darle inicio a la Veeduría es, de gran manera, un homenaje e inspiración en la vida de su hijo.

En su sencillo apartamento, decorado con muy buen gusto y a la moda, la luz inunda todos los espacios, haciendo más agradable la permanencia. El balcón abierto deja ver grandes retazos de la ciudad y de las montañas circundantes. Una mecedora ubicada allí es el mueble indicado para llamar a la lectura, una de sus tareas más persistentes cada día.

“Yo no leo, estudio”, dice con firmeza. Así es, pues habla con fervor de diferentes autores como Castoriadis, Duvergé, Bobbio y Tocqueville, entre otros, reconocidos en el estudio de la filosofía política y formación de ciudadanía.

Todos ellos alimentan su discurso que luce claro, sin titubeos, cuando expone frente a diversos auditorios que la escuchan con atención, pues muy pronto se intuyen la decisión y capacidad de convencimiento que posee su oratoria.

Madre con dedicación
Con sus tres hijas sobrevivientes –Leonor Rosa, Paulina y Ana María- comparte de diferentes maneras, a veces con dificultad debido a la distancia que las separa, pero siempre atenta a ellas, lo mismo que de su esposo, Diógenes, quien sufrió un accidente cerebro vascular que la mantiene atenta a su cuidado. De hecho, comenta que su vida social es mínima, pues sus salidas casi siempre tienen relación con su papel de veedora.

Nacida en Manizales, a los 16 años se desplazó a Pereira para estudiar en la UTP, donde  inició estudios de Ingeniería civil, en una época en la cual las mujeres escaseaban en el ambiente universitario. La decisión de estudiar esa carrera surgió en su amor por las matemáticas mientras estudiaba en el colegio Santa Inés. Para poder viajar a Pereira debió enfrentar a su padre, un comerciante en granos en su ciudad natal, quien se oponía al distanciamiento de una chica tan joven. Pero su tenacidad venció la oposición paterna.

A pesar de haber logrado su objetivo, pronto debió regresar a casa, pues una grave enfermedad interrumpió sus estudios, con un largo proceso recuperatorio, luego del cual se casó con Diógenes Rojas, quien había sido su profesor en la UTP.

Aunque no terminó ingeniería civil, más adelante terminó una licenciatura en física y matemáticas, la cual complementó con una maestría en matemáticas en la Universidad Nacional.

Su estancia en Europa durante cuatro años, al lado de su esposo e hijos, le permitió reconocer otras formas de la gestión pública y del papel ético ciudadano en la construcción de sociedad, lo que la dejó muy motivada para impulsar dicho trabajo en la labor docente que empezó en 1979. Luego viene una larga carrera en la vida pública, con diferentes cargos.

Estudiar diversos autores que abordan la política como ciencia y arte, es una de las pasiones que la ocupan de manera permanente.

Gustos sencillos
La comida típica sencilla, preferiblemente ensalada con aguacate y carne a la plancha, hacen parte de su menú más deseado. Además de los dulces caseros, sobre todo el de tomate de árbol, su favorito. No gusta de los licores, tampoco del café, aunque le fascina su olor.

De repente, como recordando algo dejado en el olvido, se levanta del comedor y ofrece a los presentes unos pasteles que, por estar embebida en la conversación, había olvidado en una despensa de la cocina.

En ese momento empieza a comentar sobre la actividad física, uno de los aspectos más cuidados de su vida actual. Su rutina semanal incluye paseos a pie, en particular por el Jardín Botánico, además de los ejercicios de pilates, los cuales practica de manera disciplinada con acompañamiento de un instructor.

Además de la ética de lo público, de su estancia en Lovaina quedó un enorme gusto por Edith Piaff y la canción francesa en general. De Piaff gusta mucho “Je ne regrette rien” y “Milord”.

En la cabeza de quien la escucha no dejan de sonar, en ese momento, las palabras sentidas de Piaff, en una canción insignia de su trágica vida:

¡No! nada de nada,
¡No! no lamento nada
Ni el bien que me han hecho,
Ni el mal,
¡Todo eso me da igual!

Pero sus gustos musicales también incluyen las baladas y los vallenatos, a los que se suman algunos tangos, como “Volver”, el preferido de su esposo.


La tarde termina, otras tareas esperan a los presentes. Ha terminado una amena charla con una mujer inteligente que desde muy joven supo bien qué es lo que quería y cómo lograrlo.

1 comentario:

  1. Quienes conocimos a Diogenes les deseamos paz en su alma, a su hijo a su padre. A su esposa le decimos que, donde estemos, estamos a su lado con el alma entera.

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