sábado, 4 de mayo de 2013

Voz de muchos libros

Por: Abelardo Gómez

Rodrigo Argüello Guzmán no concede entrevistas. No sabe darlas. Él sabe es hablar sin límites y con holgura de innumerables libros leídos, pues se ufana de que sus 18 volúmenes ya publicados son “las notas de pie de página de mis lecturas”. Eso también lo saben sus alumnos de la UTP, varios de los cuales lo siguen con fervor casi exaltado.


Lo que afirma es cierto. Conversar con él es ir a la deriva del conocimiento, en busca de algo que apenas se vislumbra, pero que tampoco pareciera interesar definir por completo.
Cuando se le interroga por el libro, por lo que es, afirma: “tiene muchos significados… es un medio de expresión y comunicación, yo diría que es muy antiguo. Un libro es el formato que adquirió de manera rigurosa la expresión escrita”.

Es un convencido de que el libro se va a mantener, “con otro soporte material, que es el soporte tecnológico; pero es el mismo libro. La tableta que se ve hoy es obsoleta. El libro va a quedar tal cual, pero con unas diferencias: por ejemplo, la lámina será de un material muy especial. El grafeno es un invento de hace unos dos años, es un material más durable que el papel, con la misma sensuabilidad del papel”. El libro como entidad, como objeto cultural, no desaparecerá. “Es imposible”, remata.

Memoria de museo
Se acomoda un poco mientras bebe despacio de un vaso de agua que tiene frente a sí, y con el cual ha jugueteado durante largo rato al contestar las preguntas. Sigue.
Por sus amplias posibilidades, considera que el libro no solo son letras, también son imágenes y ese un aspecto importante para el ser humano de hoy. “El libro siempre ha sido un objeto valioso, pero la falla es que se le ha dado un privilegio. Por eso estas nuevas tecnologías lograrán que el libro aparezca con más facilidad y circule muchísimo más debido a los contenidos que están en ellos”.

Sugiere que ese libro que tenemos hoy, clásico, pasará al museo. “Los que tenemos libros como son hoy entraremos en un asunto casi que anacrónico… las bibliotecas, las salas llenas de libros… podemos decir que es una especie de romanticismo que va a quedar un poco atrás”.

Las tecnologías, lo dice con énfasis, permitirán que en dos “cajitas” se tengan esos 20 mil libros que ocupan toda la casa de algún coleccionista. “Ya me siento con amigos y personas a quienes les estorban los libros. Entonces el libro se está volviendo un objeto estorboso en las casas, en las bibliotecas privadas”.

Además -complementa- no puede haber un asmático donde hay biblioteca, por ejemplo, un alérgico. “Es un objeto anacrónico para la pulcritud de estos tiempos, para la asepsia, para los nuevos diseños (de las casas). Tienen más cabida los aparatos que las bibliotecas, de hecho, los apartamento se venden con el ‘hueco’ listo para el televisor”.

Mucho más se ha conversado, pero las palabras son mariposas presas en las cajas de tinta de los periódicos, desde donde solo alcanzan a mostrar un fugaz aleteo.

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