La proliferación
de ventas callejeras en la comuna tiene alarmados a muchos. El desespero de
quienes no encuentran empleo los lleva a soluciones indeseadas y que rayan en
lo ilegal.
“¡Aguacaaaaaate!”,
grita Silverio. “Flores frescas”, ofrece Alexis. “No soporto el ruido que entra
a mi oficina”, comenta Lucía. “Estas calles se llenaron de vendedores”, dice
Beatriz.
Todos y cada uno
de ellos defiende una posición con sobrados argumentos. Todos y cada uno
representa una historia con la clara demostración de un hecho incontrastable:
el desempleo y el subempleo son ya una epidemia pereirana.
Obligado por la
desaparición del Policlínic
o, Guillermo debió desplazarse
de su lugar habitual,
donde estuvo varios años,
para ubicarse en el sector de Monos.
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Por otro lado la
Corte Constitucional ha fallado varias veces a favor del derecho al trabajo,
pero es innegable que las incomodidades causadas por los vendedores son
numerosas y afectan tanto al peatón como a aquellos que van en vehículo,
originando congestiones e induciendo a accidentes debido a la congestión.
Desde hace
algunos meses la Comuna Universidad ha visto como crece la cantidad de ventas
de todo tipo por diferentes áreas de la zona.
Por supuesto, la
inconformidad no se ha hecho esperar entre los residentes, quienes se han
manifestado en contra de la proliferación de ventas informales en sus barrios.
Ese es el caso de Gloria Gómez, quien reside en Altos de Canaán y manifiesta
alarma ante el surgimiento de nuevos puntos de venta de productos diversos, la
mayoría de ellos perecederos.
Otras voces
Alexis Sánchez
viene de Tadó, desplazado por la situación de orden público en ese municipio
del Chocó. Dice llevar ocho años con la venta de heliconias y aves del paraíso
en una esquina del parque de Álamos.
Asegura que la
gente es muy amable con él y ya tiene clientela fija que cada semana se acerca
a comprarle sus flores, incluso algunos lo llaman para hacerle pedidos extras.
Desde hace tres semanas a su lado se ubicó Nelson Castañeda, quien vende
aguacates junto con su esposa.
Silverio es otro
vendedor ubicado cerca al edificio del Favi. Allí se instaló a ofrecer
aguacates, papayas y naranjas tangelo. Entre los vendedores es reconocido como
una persona muy generosa, tanto que a la primera oportunidad regala a los
paseantes algunos de sus productos.
“El actor de
cine”, como lo llaman las señoras, colonizó este espacio
al lado de un semáforo
en la calle 12 con avenida Circunvalar.
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Otros vendedores
se ubican en la avenida Circunvalar, como es el caso de Guillermo Torres, quien
hasta hace 15 días tenía su puesto de frutas aledaño al Policlínico, pero
debido a su cierre buscó ubicarse en el sector de Monos, “con la autorización
del dueño del edificio aledaño”, asegura.
Él tiene 60 años
y estuvo incapacitado cuatro años debido a una compleja cirugía abdominal.
Veinte años en la venta de frutas le han enseñado todo sobre el oficio.
Cerca al lugar
donde se ubica Guillermo, a mediados de febrero unos jóvenes instalaron una
venta de cholao. Su experiencia terminó en pocas horas, pues Control Físico,
dependencia de la secretaría de Gobierno encargada de vigilar el uso del
espacio público, intervino decomisando el puesto usado para tal fin.
Lo particular en
este caso fue la aparente buena extracción social de los vendedores, quienes
incluso movilizaban los insumos en un vehículo particular de modelo reciente.
También, en el
mismo sector de la Circunvalar, han aparecido otros vendedores que ofrecen
productos diversos, casi todos ellos perecederos en temporada de cosecha.
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