Víctor
Zuluaga Gómez es uno de los principales historiadores de la región. Estudios
sobre los ancestros indígenas son una de sus fuentes de pasión. El deporte,
otra de sus aficiones.
Llegar
a su hogar exige buena dosis de paciencia para explorar en los vericuetos. Se
disculpa por el desorden que hay en su casa, pero apenas esa semana se ha
trasteado a un lugar apacible en las afueras de la ciudad. Un lugar ideal para
leer, reflexionar y escribir uno más de sus numerosos libros –hasta la fecha ha
publicado 24– o los semanales artículos en un diario local.
Tiene
un rostro que denota una seriedad extrema, de esas que inspiran respeto y
reclaman mucha atención por parte del interlocutor. La seguridad y pausa que
emplea al expresarse confirman la impresión y llevan a la credibilidad.
Nacido
en Marulanda, Caldas, el 23 de enero de 1944, llegó a Pereira en 1974, como
profesor de la UTP, universidad de la que se jubiló 25 años después, luego de
pasar por diversos cargos, incluido el de decano de la Facultad de Educación.
Desde entonces se ha dedicado a las asesorías académicas y al estudio de
archivos históricos en varias ciudades de Colombia y en Europa, lo cual le han
permitido descubrir documentos que refuerzan otras visiones de la historia
local y regional.
Hijo de
un médico que le huía a los pueblos que tenían carretera, porque afirmaba que
con ella llegaba la perdición, este historiador de la universidad Javeriana
vivió su adolescencia en un internado en Ibagué. De esa época de su vida
recuerda con alegría las escapadas del colegio durante las Fiestas del Folclor.
Por esa
misma época tomó la costumbre de leer y escribir en cuanto tiempo libre tenía,
disciplina que le ha servido mucho a lo largo de su vida. Estudió historia a
pesar de la perentoria advertencia de su padre quien le dijo “¿eso para qué
sirve?”, aunque él murió antes de terminar su bachillerato. Al terminar sus
estudios en la Javeriana, época marcada por las luchas estudiantiles de los 60,
enseñó y fue rector del colegio San Viator en Bogotá, además de docente de la universidad
de la que egresó.
Vida hogareña
Luego
de la muerte de su primera esposa, la barranquillera Ruth Rodríguez, quien era
docente de la misma universidad, vino un momento de inmenso duelo que pudo
superar gracias al apoyo de sus allegados y de los dos hijos que tenía hasta
ese momento. De hecho, en 1998 sufrió un infarto cardíaco severo que sobrellevó
con el acompañamiento de la también docente universitaria y médica Patricia
Granada, quien en la actualidad es su pareja y con quien tiene una nueva hija.
Es un
hombre de lecturas, de búsquedas afanosas en los archivos históricos de
Popayán, Cartago e, incluso, en el Archivo General de Sevilla, donde se regaló
todo un año de búsquedas apenas se jubiló.
Don
Víctor, como se le conoce en diferentes ámbitos, también se afana por el
deporte. Desde muy joven practica el tenis, al cual en la actualidad destina
tres días a la semana, jornadas en los cuales su agenda tiene como prioridad
esta actividad física en la que se exige mientras juega con el estilo
tradicional de manejo de la raqueta con una mano. El Club del Comercio es el
escenario para muchos de estos partidos matutinos en los cuales se encuentra
con sus amigos y aprovecha para hacer tertulia.
Luego, en su casa, analiza alguna de las múltiples copias de antiguos documentos, para construir una historia que no se quede en la oralidad –valiosa, pero susceptible a distorsiones– y que explore en el pasado a partir de pruebas fehacientes, constatables y que nos permitan conocer quiénes fuimos, qué somos y hacia dónde vamos, fin último de la memoria.
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