Salvar una calle
Las geografías de la ciudad recogen dentro de sí los
anhelos y los miedos de sus habitantes. Ellas son fiel reflejo de lo que sus
transeúntes proyectan.
En la calle 16, entre carreras 12 y 13, allí detrás de la
llamada iglesia de San José, el desorden y el miedo parecen ser la dinámica
imperante.
Pero con sueños y mucha tenacidad varios grupos de
jóvenes, por coincidencia, iniciaron este trimestre propuestas que pretenden la
recuperación del sector, taladrado con el ruido de los buses que recogen
pasajeros para Santa Rosa, a pesar de la expresa prohibición para hacerlo.
Allí, con unos cuantos metros de distancia, se encuentran
varias experiencias culturales. Dos de ellas son la Corporación Cultural
Marcapasos Público y la otra es la tienda café Natural.
Ideas
que a muchos les parecerán quijotadas, pero necesarias para una ciudad y un
entorno en donde la ganancia y el éxito se convirtieron en únicas posibilidades
de vida. Estas son sus historias.
Teatro
SALAestrecha ofrece teatro, espacios de diálogo, música y,
sobre todo, reflexión sobre el quehacer teatral.
Una
abogada (Vanessa Posada), un sociólogo (César Salazar) y un licenciado en artes plásticas (Mauricio Robledo) se unen para crear la Corporación Cultural Marcapasos
Público, que no quiere ser solo una improvisada sala de teatro, desean también
reflexionar sobre el teatro como posibilidad estética.
Para
lograrlo, crearon espacios mensuales como el Café dramatológico, un encuentro
abierto para discutir sobre las diversas situaciones que rodean el quehacer
teatral. En noviembre, por ejemplo, la discusión giró alrededor de la
confrontación del actor con su público.
Para
nada se desean tocar temas tan recurrentes como la financiación de la actividad
teatral o similares, pues en palabras de César y Mauricio lo que hace falta es
discusión sobre el oficio mismo. Y razón no les sobra, de acuerdo con la
acogida que han tenido.
En
SALAestrecha, que es el nombre dado a la sala con capacidad para 14 personas, ya
han presentado dos obras. Su intención es hacer breves temporadas, algo que,
desde su parecer, hace falta en Pereira. La más reciente fue “El bien absoluto:
breviario sobrenatural”, de Cicuta Teatro. Las obras se presentan de jueves a
sábado a las 7:30 p.m.
La
Corporación también ha organizado antes las muestras de teatro alternativo, que
este año tuvieron su cuarta versión. Por último, el primero de diciembre
inician el semillero de creación – investigación teatral, dirigido a actores,
directores y dramaturgos. Además,
tienen previsto un concierto de guitarra latinoamericana con Andrés Camilo
Marín.
Tienda café
Natural es una tienda café, donde se encuentra desde una
bicicleta hasta una equilibrada alimentación vegetariana.
Mientras
al fondo suena la trompeta de Miles Davis, Leonardo Álvarez y Jorge Eduardo
Soto –ambos también integrantes de la banda Sativa–, comentan sobre su
experiencia con este espacio donde se ofrece de todo. Se llama Natural, así
como el diálogo con sus propietarios, dos jóvenes desenfadados y abiertos a las
preguntas.
Para
iniciar la experiencia, el visitante sube una breve rampa para encontrarse con un
surtido de bicicletas clásicas con diseño personalizado, en seguida unos cómodos
sofás para sentarse a degustar un café orgánico, vitrinas adyacentes donde se
ofrecen diversas artesanías y, al fondo, mesas dispuestas para degustar las
comidas sanas que ofrece la carta.
El
espacio, cálido de por sí, se torna en una agradable experiencia en donde no
deja de llamar la atención un antiguo saxofón expuesto sobre una de las mesas
del local.
Jorge
enfatiza en que la comida sana alimenta tanto cuerpo como espíritu y por eso
apuestan por espacios como estos,
construidos con base en “mucha lucha y amor”.
Lo
dicho se comprueba al mirar la carta, donde los productos ofrecidos enfatizan
en un equilibrio nutricional con base en productos vegetarianos y algunos
lácteos, sin llegar al extremo vegano (cero proteína animal).
Para
el visitante primerizo, la presencia de las bicicletas, decoradas de manera
creativa, es otro de los atractivos poderosos que lo llevan a pensar en la
necesidad de volver a lo primigenio, a ese estado natural que los ritmos
agobiantes imponen, anulando por completo la sensibilidad.
Una
calle perdida en una ciudad igual de extraviada, en cuanto al rumbo de lo que sueñan
sus habitantes, se convierte poco a poco en un lugar que aleja los miedos y
permite el reencuentro a través de lo esencial: ser humanos.
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