viernes, 19 de diciembre de 2014

Mauricio Vega: Enamorado de la música

En su día de descanso se muestra amable y muy relajado, lejos de los afanes y decisiones trascendentales que debe tomar como presidente ejecutivo de la Cámara de Comercio de Pereira. Su casa, en las afueras de la ciudad, es un refugio que lo acoge a él y a toda la familia Vega Lemus.




La espera en la iluminada sala se hace corta mientras el visitante observa varias obras de arte ubicadas en las paredes de la moderna sala comedor de esta residencia campestre. Hay allí un par de obras seriadas de Édgar Negret y otra del pintor ecuatoriano Héctor Ramírez, además de algunas pinturas que no se logran identificar. Todo es equilibrado, nada ostentoso. Lo único exagerado es el árbol, de más de dos metros de altura, pero que todavía no tiene regalos. Ya llegarán, al igual que el anfitrión.
Aparece ofreciendo disculpas por la breve tardanza –“qué pena con usted”, dice con jovialidad–. Demuestra vitalidad y mucha extroversión, lo cual se enfatiza con el vestuario juvenil que lleva: camisa casual, pantalones amplios y unos cómodos zapatos. Siempre sonríe; incluso en los momentos más nostálgicos de la entrevista –cuando recuerda a su padre– deja de exhibir una ligera sonrisa.
El abogado pereirano Mauricio Vega Lemus nació hace 39 años y en la actualidad ejerce por segunda vez la presidencia ejecutiva de la Cámara de Comercio de Pereira. Desde hace una década comparte su vida con María Paulina Echeverry, la misma que minutos antes hacía ejercicios en las afueras de la casa, acompañada por un instructor.
Cerca de allí, en la zona de piscinas, corretea una niña de cabellos castaños claros, delgada. Es Helena, la hija de siete años, pero que demuestra una gran capacidad para atender con rapidez las solicitudes de sus padres.
Al observar a dos visitantes extranjeros que desayunan en el comedor principal, Mauricio comenta: “somos muy sociables”. Y pareciera no necesitar afirmarlo, de hecho el condominio todo está habitado, además, por primos, tíos, su hermana Mariana, su madre -María Teresa- y la abuela, Mery Mejía de Lemus. Solo falta allí su padre, el economista Alberto Vega Garcés, muerto de manera prematura en el 2009, un hombre que marcó de manera definitiva a Mauricio desde su infancia. El mismo Alberto que integraba la Rondalla Luis Carlos González y el grupo Señores.
Mencionar a su padre lo lleva a la infancia y a la música. Con rostro nostálgico se lamenta por “no tener oído”, por eso no canta y tampoco toca instrumento musical alguno; pero es un aficionado  a los tangos –su cantante favorita es Adriana Varela–, a la cual pudo escuchar en su ciudad natal. De su gusto también lo son las rancheras –José Alfredo Jiménez, Cuco Sánchez y Chavela Vargas están en su lista–. Por supuesto, no faltan en su discoteca personal los boleros, la música colombiana y su grupo favorito, el español Siempre así. De manera desprevenida comenta como recientemente se encerró a escuchar un álbum reciente con cuatro discos de Serrat, estudiando de manera concienzuda  su letra, pues en eso es infaltable: se sabe de memoria centenares de canciones.
Su afición por la música y la eterna admiración por su padre, lo llevó a dedicar las vacaciones decembrinas del año pasado, casi por entero, a la recuperación de un antiguo casete con canciones interpretadas por su padre, el cual hizo remasterizar, buscó las letras de los temas allí incluidos, para luego diseñar carátula y un librito acompañante del álbum que tituló “Alberto Inmortal”. Ese fue el regalo para todos sus allegados ese año.
Leer historia, en particular de España, es otra de sus aficiones. Así mismo, disfruta de novelas históricas y biografías, las cuales complementa con las obras de John Grisham. En sus ratos libres también sigue algunas series televisivas, tales como House Of Cards, Scandals y White Collar.


Al lado de grandes

Desde los 13 años, de manera por demás precoz, empezó como columnista en El Diario del Otún y luego en La Tarde. De hecho, también dirigió la separata “Espacio juvenil”, a partir de la cual fundó el grupo “Futuros dirigentes”, con el cual dejaba entrever sus dotes de liderazgo y de lo que él llama “el servicio público y trabajar por los demás”.
Aunque hizo la primaria en el Salesiano, se graduó como bachiller del Calasanz. Su padre, gran relacionista, era amigo del periodista y escritor Germán Castro Caycedo, quien cuando tenía 15 años lo invitó para que lo acompañara en una entrevista que le haría al asesinado líder conservador Álvaro Gómez Hurtado, con quien pudo entablar algún grado de amistad, y fue quien le aconsejó estudiar Derecho en la Pontificia Universidad Javeriana, carrera que inició a los 16.
De esta época recuerda cómo fue de difícil vivir solo y asumir todas las responsabilidades en su estadía en la capital. De hecho, durante las dos primeras semanas se gastó toda la plata que le habían dado para el mes. Angustiado, llamó a su padre para pedirle más dinero, pero solo le respondió: “lo siento mucho”. El resto del mes sobrevivió comiendo gaseosa con pan, más las eventuales visitas a almorzar en la casa de una pariente. 
Ese amor por la música que se respiraba en su hogar hacía que fuera el punto de llegada de varios artistas, entre ellos Helenita Vargas. Por eso, apenas se graduó, fue invitado por la artista para que le diera asesoría legal, siendo este su primer trabajo como profesional durante dos años, en los cuales recorrió el país en sucesivas presentaciones semanales de la artista, haciendo las veces de “medio manager”, pues era el encargado de cobrar. Incluso, la acompañó en la grabación de dos discos, de uno de los cuales hizo la presentación que aparece en el álbum respectivo.
Con ganas de mejorar, se fue luego para Londres, donde aprendió inglés y trabajó. Luego llegó su selección como presidente ejecutivo de la Cámara de Comercio de Pereira, cuando apenas tenía 24 años.  Empezó allí una vida pública que pronto lo ha marcado como uno de los mayores líderes de la ciudad.


Por supuesto, no faltan en su discoteca personal los boleros, la música colombiana y su grupo favorito, el español Siempre así.





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