Una líder que por falta de un par de zapatos le negaron la oportunidad
a la educación. Sin embargo, esto no fue obstáculo en su camino para ganarse el
respecto y el cariño de su comunidad.
Conocida por sus polémicos
debates con los alcaldes de la ciudad y diferentes funcionarios públicos que
con sus acciones en oportunidades han atentado contra los derechos de los
habitantes de su barrio, así es Dubermary Martínez Amariles, de 45 años de
edad, comunera del sector de Galicia y chocoana con corazón pereirano.
Hace más de cuatro décadas que
esta líder comunitaria llegó a tierras pereiranas proveniente de Istmina
(Chocó) y junto a sus padres y hermanos se convirtieron en fundadores de una de
las tierras más apetecidas de Pereira, la misma donde hoy, en medio de cultivos
de piña, se labran sueños, mientras el desarrollo amenaza con apagar la luz de
la esperanza.
“Mi padre tenía familia en
Galicia y por eso nos trajo junto a mi madre a Pereira, después de haber vivido
algún tiempo en Pueblo Rico (Risaralda), donde fui bautizada y desde entonces
hemos estado aquí”, relata Martínez, mientras deja transitar los recuerdos por
su mente, sentada en el sillón de su hogar.
Esta madre y abuela, que disfruta
sorprender a su familia con ideas nuevas de cocina, basadas en recetas muy
típicas de su lugar natal, aprendió ese don de servir a la comunidad por parte
de su padre, Pedro Luis Martínez, reconocido en la zona como un gran comunero y
batallador por instinto ajeno.
“Mi padre fue presidente de la
Junta de Acción Comunal y él ayudó a levantar las paredes de la escuelita de La
Esperanza Galicia, junto a otros fundadores del sector, de él aprendí el don de
servir a la comunidad”.
El temperamento fuerte que hoy
acompaña a esta mujer y que le ha servido como escudo para luchar por lo que le
pertenece a su comunidad, se fue forjando incluso desde su misma infancia
cuando se vio obligada a asumir el rechazo que con cara de docente le hacía el
feo a la pobreza.
“Lo que más me marcó en la vida
fue una profesora que tuve en grado quinto que se llamaba Raquel, para ese
entonces vivía junto a mi madre en una situación difícil pues se le había
dañado el hogar y por falta de recursos yo tenía que ir a estudiar a pie limpio
y, por no tener zapatos, ella me echó de la escuela”.
Entre lágrimas, la líder
comunitaria lamenta aquella situación en las que las puertas de su futuro se
cerraron. “Si a mí me hubieran dado esa oportunidad, si esa profesora no me
hubiera echado de esa escuela, yo hoy en día sería una profesional y hubiera
ayudado mucha gente; sin embargo hoy trato de defenderme y hacer lo que más me
gusta, colaborarle a la comunidad”.
Basada en su experiencia hoy
Dubermary busca que todos los niños del sector vayan a estudiar, les aconseja y
advierte que existen dos problemas con la juventud actual que les impide
desarrollarse como profesionales y como personas. “Para poder ser una persona
de bien y tener un buen trabajo, tiene que tener dos cosas: educación y un
padrino político, veo a diario gente en mi comuna con estudios, voleando
azadón, no es justo que tengan que estar dentro de un piñal”.
A pesar de su amarga experiencia,
Dubermary recuerdan con alegría aquellos días en los que jugar en Galicia era
toda una aventura que nunca fue interrumpida por el tránsito de vehículos. “Lo
más lindo que recuerdo es que en ese entonces el sector era muy libre, no
sentíamos temor de jugar en la calle ya que no pasaban ni carros ni motos,
jugábamos bolas y hasta con hojitas de café”.
Vida diaria
Un día en la vida de esta líder
empieza temprano en la mañana después de despachar a sus hijos y a su esposo,
pues en general dedica el mayor número de horas a labor social, visitando la
Alcaldía de Pereira, la Gobernación y hasta hospitales en busca de ayuda para
su gente.
“Lo que más me gusta es salir, hablar
con la gente, enterarme qué pasa en el sector, me gusta compartir con mis
nietos, ambos de cinco años, ellos me acompañan a caminar el sector”. “Como
comunera debo dar ejemplo y la gente me respeta, me llena de satisfacción que
lo hagan”.
Al finalizar el día Dubermary
dedica tiempo a Dios y a su madre y juntas ven la misa a través del TV y
comparten las experiencias vividas durante la jornada, sacando lo positivo de
cada una de ellas.
Dubermary disfruta, entre otras
cosas, de la buena comida, los plátanos verdes con guiso, el guineo y la yuca
sancochada, los frijoles dulces y la avena de yuca, todos ellos son sus
manjares favoritos, los cuales comparte siempre con sus vecinos y amigos.
Como cada día Dubermary le da los
buenos días al sol, esperando siempre poder ayudar a la comunidad, mientras aún
sueña con la posibilidad de algún día convertirse en una profesional.
Destacado
“Si a mí me hubieran dado esa
oportunidad, si esa profesora no me hubiera echado de esa escuela, yo hoy en
día sería una profesional y hubiera ayudado mucha gente”.
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