Lo que se ha puesto en
evidencia es la laxitud en la exigencia que debe primar en la selección de los
contratistas y, peor aún, la ausencia de fiscalización de los organismos de
control.
Pereira fue noticia
nacional por unos días. Y no precisamente por algo encomiable: la empresa escogida
para construir la torre de control del aeropuerto Matecaña –ICSA– terminó
señalada por adjuntar documentación falsa como parte de los soportes exigidos
para ser elegida. El contrato era por 1.693 millones de pesos, pero ante
semejante engaño debió ser rescindido de mutuo acuerdo entre las partes.
Medios nacionales con
amplia audiencia se solazaron con los pormenores del caso, en el cual salió a
relucir también la denunciada amplia influencia que el senador Carlos Enrique
Soto tiene en las administraciones tanto local como departamental.
Es innegable que las
obras previstas, y para las cuales el gobierno nacional destinó una jugosa
partida, son necesarias si se desea tener una terminal aérea competitiva para
la ciudad. Nadie pone en duda ese punto.
Pero queda en el aire el
sinsabor de que el proceso no fue transparente desde el inicio. De hecho, la
Asociación de Ingenieros de Risaralda (AIR) expuso constantes reparos. Incluso,
Samuel Eduardo Salazar, miembro de la junta directiva del aeropuerto, prefirió
dimitir antes que avalar procesos que para él tenían anomalías.
Desconocimiento tozudo
De nada sirvieron los
campanazos de alerta y el alcalde Enrique Vásquez siguió adelante con el proceso,
acompañado por la gerente del aeropuerto, Yolanda Cerón Muñoz. Los resultados
de tal actitud están a la vista: descrédito ante una funcionaria como la
ministra de Transporte, Cecilia Álvarez-Correa Glen, distinguida meses antes con
diferentes honores tanto por el gobierno local y como por los gremios, debido
al generoso apoyo dado a la propuesta de remodelación del aeropuerto.
La actitud del Alcalde,
tibia desde el principio, parecía desconocer lo que ya era con suficiencia
conocido: la plena claridad de que algo irregular sucedía.
Comprobado todo lo que se
sospechaba, la inclusión reciente del presidente de la Cámara de Comercio, Mauricio
Vega, en la junta directiva del Matecaña, como condición de la misma ministra,
permitió descongelar los recursos del gobierno central para así darle
continuidad a la obra. Además de la exigencia sobre transparencia y el
acompañamiento de varias entidades del orden central en el proceso.
En este caso, el ejercicio
de las veedurías, amparado en el artículo 270 de la Constitución del 91 y
normas posteriores, cumplió un papel destacado e impidió que mediante maniobras
ilegales se ejecutaran obras públicas que deberían estar investidas con la
mayor transparencia.
Lo que sigue
Las obras de una cabecera,
avaluadas en 13.800 millones de pesos, entrarán pronto en licitación y desde ya
la veeduría se anuncia con un carácter mayúsculo, incluso la misma ministra
pidió de manera formal ser invitada a la apertura de pliegos y correspondiente
ajudicación.
Se anuncian, por otro lado,
siete grandes proyectos viales en Pereira en los cuales el concreto tiene todo
el protagonismo, algunos de ellos en relación directa con la Comuna
Universidad.
La inversión, que ronda
los 70 mil millones de pesos, estaría apoyada en la figura de Asociación
Pública Privada (APP), en la cual empresas cementeras multinacionales asumirían
el costo de las obras a cambio de un posterior pago con base en el estimado
recaudo por valorización que afectará a casi toda la ciudad.
Por ello desde ya la
Veeduría Ciudadana se apresta a cumplir su labor de vigilante de los procesos
contractuales, para que se optimice el uso del presupuesto público y se asignen
las obras con la transparencia y claridad que ameritan los procesos de
adjudicación en una administración que se autoproclama seria y respetuosa de la
ley.
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