martes, 19 de junio de 2012


Ay, Valerie del alma

Por: Lucía Correa Echeverri

Primero que todo vamos a decirles que utilizaremos términos y frases de esos de ahora tan vulgares y ordinarios, porque si no es con base en sexo nadie con la mente tan perturbada va a entendernos, para poder decir que nos da mucha tristeza cómo una pobre muchacha embrutecida por el amor o por la pasión o por unas ganas las machas de casarse hace pendejada encima de pendejada, hasta terminar en garras de una familia cuyos miembros como fueron enjaulados, defienden al culpable y lo hacen aparecer como el santo del evangelio.

Según lo que hemos visto y el dictamen de la señora Santodomingo, los hombres las prefieren brutas y es que son más las que resultan por sus pendejadas que las que salen victoriosas de las luchas que sostienen con sus amigos, mozos, maridos y hasta unos pocos esposos, porque eso del casorio no se usa ahora.

A Valerie se la comió la vida entregándose en cuerpo y alma a su novio, que resultó ser un tiburón blanco. La envolvió con sus mentiras y promesas, le dio tres vueltas a su pobre corazón que ahora está hecho chicuca y la llevó a donde está, a enfrentar una vida destrozada sin carrera ni porvenir gracias al manejo del señor de marras que conjuntamente con su familia resultó ser un avión, pero no cualquier avionetica, si no todo un Concord.

Esperamos que la justicia, tan injusta ahora, reconozca la bobada que hizo esta pobre muchacha, sea lo que sea que hizo, entregando el dinero y sobre todo no creyéndole todas las mentiras que decía el señor Dávila y su brillante familia.

Recuerden mis niñas: con abrir tan fácilmente las piernas como lo hacen ahora nada bueno consiguen, ¿o sí?

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