Los Álamos nació de un compromiso con la ciudad
El núcleo residencial
conocido hoy como barrio Los Álamos se originó en la década de los 50, e
inicialmente era la cooperativa Cohapro que agrupaba a profesionales de
distintas áreas, de un nivel económico intermedio, quienes buscaban así
adquirir vivienda propia para sus familias.
Por influencia de algunos
cooperados se obtuvo que el Concejo de Pereira aprobara un acuerdo que otorgaba
a Cohapro el terreno donde hoy se encuentra el barrio, lote que antes formaban
parte de la finca La Julia, y que por aquel entonces se encontraba despoblado y
se comunicaban con la zona habitada por la calle 14, que era una vía sin
pavimentar desde la carrera 13.
Se unía con el colegio
Juvenal Cano (donde hoy está Uniplex), como también con una gran edificación
que había sido sede del Batallón San
Mateo, luego del Palacio Episcopal y que sería demolido después para construir
el actual Hotel de Pereira.
Las primeras construcciones
se hicieron con préstamos a 15 años otorgados por el Instituto de Crédito
Territorial y por el Banco Central Hipotecario, hoy inexistentes.
El Parque de Los Álamos, realmente se llama parque de la República de Francia. |
Quienes dieron vida e impulso
al barrio fueron Josué Jaramillo,
Marcial Puello y Leonidas Hurtado. En la Alcaldía de Fabio Alfonso López
Salazar, para entonces vecino del barrio, se pavimentaron sus calles, las
cuales fueron pagadas por valorización, y Jorge Mario Eastman a su paso por la
Oficina de Valorización aprobó la pavimentación de la Calle 14, con lo que se
adquirió un acceso digno a sus hogares.
La llegada del Padre Pineda
A Leonidas Hurtado se debe la
idea y ejecución de tener un oratorio, que más tarde fue la capilla de Los
Álamos, hoy Parroquia de San Francisco de Padua, uno de los lugares preferidos
de la ciudad para la celebración de los sacramentos.
El altar de la capilla estaba
en el costado sur, de espaldas a lo que
hoy es el Parque de Los Álamos, al que casi nadie conoce por su nombre de
Parque de la República de Francia. Las entradas eran por los costados oriental
y norte y la misa dominical la oficiaba el Padre Velasco, quien llevaba sus
propios ornamentos, el crucifijo, el cáliz y las hostias, y a quien sus
múltiples tareas pastorales en otras
comunidades le dejaban solo pocas horas a la semana para sus feligreses de
Cohapro.
Leonidas Hurtado logró que el
obispo de la Diócesis de Pereira, monseñor Baltazar Álvarez Restrepo, le
ascendiera de categoría a la capilla y fue así como llegó del corregimiento de
La Florida el sacerdote Francisco Pineda Zuluaga, quien trasladó el altar al
norte, dejando la entrada por el frente del parque de Francia. Por eso, a esta
capilla se entra descendiendo a la plataforma donde están las bancas. Pocas
capillas en el mundo han tenido dos altares
principales, en lados opuestos. Pineda Zuluaga tenía sus raíces en
Medellín y crédito en almacenes proveedores de ornamentos y artículos para el
culto, por lo que al mes estaban estrenando casulla, sobrepelliz, capa pluvial,
custodia, cáliz y crucifijo que pagaron
los feligreses en cómodas cuotas mensuales con la ofrenda dominical.
El sacerdote estuvo más de 20
años en la parroquia, hasta cuando otro obispo lo trasladó a celebrar sus bodas
de plata sacerdotales con otra comunidad.
El nombre de Los Álamos
Se trata de una bella y
romántica historia. Josué Jaramillo, miembro de la Junta Directiva de la
cooperativa, propuso cambiar el nombre de barrio Cohapro, como figuraba hasta
entonces, por el de Los Álamos, no porque existiera en la zona algún árbol de
este tipo, sino porque estaba de moda una canción que decía: “…Y detrás de los álamos, la luna …”. Quienes
viven allí tienen el privilegio de contemplar en determinada época del año el maravilloso espectáculo
de la salida de la luna en el oriente. Josué dejó este mundo muy joven y
súbitamente a los 43 años, con el honor de haber bautizado para siempre el
hogar de su esposa, sus hijos y sus amigos.
RECUADRO
Fueron
pioneros de ese grupo Josué Jaramillo Peláez, quien gerenciaba desde Pereira para el Viejo
Caldas, las Droguerías Aliadas, la mayor empresa de la industria farmacéutica
de la época; los médicos Leonidas Hurtado Mejía, Marcial Puello Grau, José
Alberto Gutiérrez Escandón, Jaime Botero Mejía, Fernando Henao Murillo, Luis
Carlos Gartner Henker, Fidel Sáenz Gómez, Juan Uricochea, Ricardo Mejía Isaza y
Óscar Medina Mora; los abogados Fabio Amaya Posada, Jorge Mario Eastman Vélez,
Mario Gartner, César Pineda Gutiérrez, Gildardo Henao y Moisés Marín Flórez;
los ingenieros Guillermo Guzmán Londoño,
José Fernando Calad, José Gabriel López
Granados; el odontólogo Antonio Restrepo Uricochea y el arquitecto Gustavo
Villegas Camp
Falto nombrar al ingeniero Hector Buritica como
ResponderEliminaruno de los pioneros.