Un claro perfil industrial-comercial tuvo
la ciudad hasta mediados de la década de los años 90 del siglo pasado. Luego
esa impronta industrial se desdibujó por razones de todos conocidas (falta de
competitividad, políticas de apertura económica mal implementadas y otras
dinámicas propias de un mundo cambiante).
Emergió, de manera meridiana, que Pereira
le apostaría a su vocación comercial, por ello las diferentes propuestas de las
diversas administraciones llevaron al ingreso de grandes superficies que, en
apariencia, reforzaron esa concepción pero que a largo plazo –y la prueba
constatable la tenemos a la vista– golpeó a los comerciantes locales de menor
tamaño.
Claro, la ciudad es vista por los
departamentos vecinos como un ágil y evidente núcleo comercial de la región,
pero esa caracterización todavía nos cuesta, traduciéndose en la creciente
apertura de baratillos donde se venden productos importados de muy bajo costo y
de una calidad equiparable. Por supuesto, la libre empresa es una garantía
constitucional, pero poco se beneficia el perfil comercial que se pretende dar
a la ciudad con la saturación de los ya asfixiantes negocios de “Todo a mil” o
similares.
En la actual administración se apuesta por
“Pereira, capital del eje”, así como en el pasado fuimos “Por una Pereira
mejor”, “Pereira, región de oportunidades” y otras frases más que supuestamente
identifican los intereses de cada administración, plasmados en sus respectivos
planes de desarrollo. Pero la realidad es otra, pues dichos planes terminan
siendo documentos desdibujados de la realidad y casi que significan solo el
cumplimiento de un requisito formal. Un saludo a la bandera.
Son múltiples los retos de los Alcaldes,
muchos más en estos tiempos de cambios, pero la actual administración debe
hacer una apuesta prioritaria por el tipo de ciudad que deseamos en contextos
de lo que se ha dado en llamar postconflicto. Pereira debe elegir y
perfeccionar un perfil, no solo por el prurito de diferenciarse de las ciudades
vecinas, lo es por la necesidad de tener una apuesta de futuro. Pero no,
Pereira sigue siendo la adolescente que no ha encontrado su perfil y salta de
una carrera profesional a otra, con notorio gasto de recursos y pérdida de
oportunidades para ser mejor. Pereira ya no es una quinceañera y debe tener una
madura escogencia para su futuro como ciudad que nos abriga a todos.
Si, Pereira ya no es una quinceañera
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