En Pereira existen buenos escritores y artistas, algunos con más reconocimientos por fuera del país. Lástima que uno no tenga tiempo de leerlos ni de visitar sus exposiciones con la paciencia y serenidad debida.
Por: Hugo
López Martinez
Las ofertas culturales en la región se han
vuelto constantes y diversas en los últimos años. Lanzamientos de libros,
festivales de cine y de teatro, exposiciones de arte, foros y conferencias
sobre temas filosóficos, medioambientales, empresariales y educativos, son
parte de una programación que moviliza a una
inmensa minoría, en
particular, a la joven ciudadanía
pereirana. Podrían ser mucho más si las actividades fuesen programadas por
fuera del centro de Pereira. En los barrios populares de Medellín, son variadas
y de alta calidad las propuestas de los
grupos de teatro, de música alternativa y de cine clubes. Así, al menos por
unas horas, las comunidades en conflicto ponen en remojo el espíritu vengativo,
la predisposición de resolver los conflictos por vías violentas. Los distintos
alcalde populares, entendieron que las ofertas culturales pueden lograr una
mayor participación de la gente en la
comprensión y solución de los problemas del país. Y si eso no se logra, de todos modos, queda
sembrada la idea de que no todo el bienestar del hombre colombiano está
en la fórmula de felicidad de los países desarrollados.
En Pereira
existen buenos escritores y
artistas, algunos con más reconocimientos por fuera del país. Lástima que uno
no tenga tiempo de leerlos ni de visitar
sus exposiciones con la paciencia y
serenidad debida. Aun así, podríamos tener en cuenta los temas sociales que les
son afines y que valdría la pena
confrontarlas con la visión y experiencia de los políticos y de los
empresarios. Para el escritor Jaime Ballesteros, en su obra El guionista, la ciudad es un lugar de
encuentros efímeros en lugares igualmente efímero. Cada encuentro, sin
embargo, deja huellas permanentes en los protagonistas.
Pequeños detalles se vuelven imborrables, el gesto inoportuno después de una
jornada de feliz de reconciliación, el misterio de un silencio largo y de una
mirada divergente, opaca, vacía; las calles como fuente de diversión y de frustración. Las fotografías
de María García Vallejo parecen complementar en imágenes el destino de los
protagonistas de la obra de Ballesteros, la dispersión de las raíces perdidas, la pregunta al visitante está implícita, ¿somos
ciudad o aldea?, ¿tenemos más futuro que presente? ¿O somos una ciudad
de utopía en marcha? En sintonía con lo anterior, la obra de teatro Pinocho, excelente puesta en escena de
un personaje que sirve de metáfora para denunciar una sociedad bajo el asecho permanente del culto a la
personalidad, sea este un delincuente o un hombre de bien. Decía el filósofo
Guillermo Hoyos: “la educación y la cultura son base para la refundación de la sociedad”, diríamos
nosotros, más ahora que nunca.
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