No sé cuál prefiero; si la mujer árbol, la cometa, la estrella, las que parecen hombres, las mujeres pájaro o las jinetes de la pradera. Cada una ha dejado en mí una leyenda sobre la piel, una inscripción, un tatuaje, una herida, un poema.
Una mujer es una existencia extraña pues de lejos parece un árbol,
más lejos todavía una cometa o una estrella, pero de cerca una mujer puede
adquirir la figura de una bandera colorida y ligera. He conocido mujeres que
parecen hombres, te sustraen el
cuerpo, lo engullen literalmente, te
arrancan la piel y te hacen sudar. Hay otras que cuando tienen el rostro a la
altura de tu boca son como pájaros curiosos que picotean las mejillas. También
existen las mujeres jinetes, cuando cabalgan por mi cuerpo se les encienden las
mejillas como a semáforos en rojo.
No sé cuál prefiero; si la mujer árbol, la cometa, la estrella,
las que parecen hombres, las mujeres pájaro o las jinetes de la pradera. Cada
una ha dejado en mí una leyenda sobre la piel, una inscripción, un tatuaje, una herida, un poema. Las mujeres
son en mí una experiencia antigua: mamá, tía, hermana, secretaria, congresista,
prostituta, mujer policía, bailarina, mesera, investigadora, monja,
manicurista, astronauta. Mujeres tibias, ausentes, presentes, prolongadas, son
el punto de encuentro de esa larga avenida que es mi vida. Se hunden con sus
piernas en pantanos rojos y se abren
como brazos en señal de alegría, se ondulan como cabellos en plazas y rotondas,
rectas y redondas, duras y flácidas, negras, canelas, blancas. De lejos parecen
árboles y más lejos aún son estrellas fugaces en un cielo remoto.
También he visto que algunas profesionales se parecen a fantasmas
que me abruman en las noches, aterido de
miedo cuando se asoman por calles oscuras y me atraviesan el estómago con el
almizcle de su desprecio. Las mujeres fantasma me han perseguido, atraviesan mi
sueño y mi vigilia, anidan en mi ombligo como un trozo de algodón. Se atreven a
depilar mi cuerpo como a un vampiro y como brujas me arrojan sortilegios.
La profesional bruja y la profesional pájaro han sido mis amigas.
A su lado están la mujer madre, la mujer tía, la mujer obrera, dependiente,
impulsadora, peluquera, bióloga, trabajadora sexual y social. Ellas son el
género asertivo, desiderativo y copulativo; mi destete y desasimiento en carne,
en heces, en agua, en todas las huellas delictivas y adictivas. Mujeres
acierto, acertijo, desacierto. Mujeres como regalo en las vitrinas de las
universidades, ciencia del deseo, de la carnadura, de la ternura en estado de
piel, de desnudez, de ingravidez. Profesionales feministas, afeminadas,
femeninas, varoniles, rasuradas y sin rasurar, cerebros repletos de ideas como
una caja de serpentinas. Mujeres como arroz, como arena, sal de mar.
Profesionales de la vida.
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