Por: Adriana Mercedes Marín Pinilla
La historia que voy a narrar, en un principio me parecía increíble que se diera, especialmente porque he tenido un excelente concepto de los estudiantes de la Universidad Tecnológica de Pereira. Siempre creía, por aquello de los paros y protestas, que son unos luchadores por el derecho a la igualdad y que todas y cada una de las personas que estudian en esa institución la aplican; que son consecuentes con la palabra y el pensamiento.
Parece que no es así, para algunos.Pues bien, resulta que una mamá, aprovechando la época de vacaciones de sus hijos, decide organizar paseo, junto con unos sobrinos, para que conozcan el planetario ubicado en la Tecnológica. Como iba con cinco, algunos de ellos muy pequeños, se apoya en la compañía de la niñera, una hermosa joven afrodescendiente de toda la confianza de la familia.
Hasta ahí todo va bien. Disfrutan del lugar, aprenden y pasan una tarde agradable. Al iniciar el regreso, con la adrenalina en todo su esplendor porque vieron las estrellas, los planetas y ese maravilloso universo, son sorprendidos por los atropellos que, de forma inesperada, un estudiante de la UTP empieza a hacer contra la niñera, por el color de su piel. El pánico se apodera de los pequeños, quienes empiezan a llorar; la joven queda paralizada al ver cómo ese chico, aparentemente con formación académica, la insulta... nadie ayuda.
Sólo uno de los niños, con gran valentía, dice: “¿Por qué le dices todas esas palabras? ¡No seas grosero...!”La mamá de los pequeños, de forma rápida, sube tanto a los pequeños como a la niñera al carro y se marcha, dejando atrás al estudiante y sus insultos. Ya se pueden imaginar lo que se vivió al interior del automóvil.
Eso demuestra que estamos formando bajo unos patrones discriminatorios, con unos juicios de valores donde se inculca el racismo y el desarraigo de nuestras tradiciones.
Nada hemos avanzado para luchar contra el racismo. En los años 30, los estadounidenses Kenneth y Mammil Clark realizaron un experimento con un grupo de niños a quienes les mostraban dos muñecos, uno blanco y otro negro; con base en preguntas aleatorias, la mayoría prefería al muñeco blanco, lo calificaban como el bueno, bonito y que iba a ser rico. Después de muchas décadas, siguen realizado ese ejercicio en países como México, Chile, España, República Dominicana y otros que se me escapan... el resultado, siempre el mismo. Un reflejo del pensamiento que les rodea en su hogar y en su sociedad; el reflejo que vieron los pequeños de esta historia.
“Las guerras mundiales continuarán existiendo mientras el color de la piel sea más importante que el de los ojos” (Bob Marley).
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