domingo, 3 de agosto de 2014

Opinión: Tema obligado

Por: Lucía Correa Echeverri
Es tema obligado, es deber de todos hablar de lo mismo y de lo que nos espera: es el asunto de la ola de calor, de las consecuencias que esto nos va a traer.

Tenemos el recuerdo de un verano cuando en 1974 se realizaban unas gestas deportivas (los Juegos Nacionales) y hubo un mes que se hizo insoportable. Pero lo peor es que esta vez parece ser que es muy largo. Nueve meses, según el Ideam, en que no va a caer ni una gota de lluvia, ni a dejar de castigarnos un sol inclemente. Pero pensemos, dizque tenemos la culpa de ello.

Que la tala inclemente de árboles, el convertir buenos bosques en los cuales no se puede hacer si no siembras pequeñas porque ni siquiera ver nacer y crecer animales para nuestra alimentación va a ser posible.

Pero bueno pensemos que es el Fenómeno del Niño. Solo hasta hace muy poco no sabíamos si este tan mentado fenómeno traía agua o calor. Resulta que es calor en grandes cantidades, que aquellos tremendos aguaceros que nos caían con demasiada frecuencia se perderían del totazo.

Lo dijeron mucho, nos advirtieron hasta la saciedad que no iba a llover durante mucho tiempo. ¿Cuánto? No sabríamos, pero esto es sin empezar, sin dizque haber llegado.

Dejaríamos de ser justos si no reconociéramos y aceptáramos la cantidad de responsabilidad que nos corresponde en el problema a todos, absolutamente todos.

Pero también seríamos muy injustos si no reconocemos que no se puede ni se debe culpar a nadie personalmente. Es por esto que nos produce risa ver como hay unas tribus indígenas que se enfurecen porque el gobierno no les soluciona su falta de agua.

Los wayúus exigen que se solucione el problema, es decir, que tocará al señor Presidente reelegido ponerse a bailar una danza indígena en la cual se pida a sus exóticos Dioses que caiga agua o, lo que es lo mismo, a entonar una canción bien enredada en su lengua en la cual se pida, nos imaginamos, que muy perentoriamente caiga un aguacero.

Pero es que no entendemos qué pasa con ellos, con los indígenas wayúu que viven sobre la Sierra Nevada de Santa Marta donde todavía hay cumbres con hielo, o eso creemos, y donde su temperatura y situación permiten cultivos como el café, que requieren bastante agua.

Como estará de preocupado el “chico” del Ideam -que no sabemos si todavía es el mismo-
pensando de dónde va a sacar agua si ahora, apenas empezando, ya la costa Atlántica y los Santanderes tienen una fuerte sequía. ¿Cómo hará cuando todo el territorio nacional esté pasando por lo mismo?

Dejémonos de vainas, mis queridos lectores, esto está en manos de Dios y aunque no nos explicamos por qué no es sino para Colombia. ¿Qué pasa con el país del señor vecino que no ha hablado del tema?, ¿allá va a llover?, ¿se va a quedar sin agua como nosotros?

Y los vecinos de abajo, o sea los del Ecuador, ¿tampoco tendrán problemas? ¿Qué pasa si solo somos nosotros? Y aun cuando mal de muchos es consuelo de bobos, así parece ser. Los muchos somos los cuarenta y pico de millones de colombianos para los cuales tenemos unos consejitos. No nos bañemos muchas veces, no muy largo, gastemos lo imprescindible del agua, es decir, lo estrictamente necesario, tal vez así logremos sobrevivir.

Hasta ahora hay agua, pero los ríos Consota y Otún también peligran, a pesar de que para el segundo hubo un ángel protector que fue el señor Primitivo Briceño, pero tampoco él pensó que esto nos iba a pasar.

Roguemos al Señor todo poderoso para que su castigo, que así parece ser, no sea tan riguroso y mucho antes de lo pronosticado veamos caer el primer aguacero de la temporada. "Agua, Señor, por favor".

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