Perdonarán los lectores volver sobre lo mismo, reiterar sobre el desgreño administrativo y lo paupérrimo de la administración de Pereira. Pero las circunstancias impiden que cualquiera, con un mínimo de amor por la ciudad, se quede callado ante semejantes nuevos desaciertos.
La administración del Alcalde Enrique Vásquez Zuleta parece destinada a dejarnos cada vez más impresionados por la cantidad de irregularidades, desatinos y la improvisación que parecen ser su sello. No termina la ciudadanía de reponerse de uno de estos errores, cuando de nuevo saltan otros, como si de un criadero de gazapos se tratara.
Las ausencias del Alcalde, con sus ya incontables viajes al exterior que parecieran no rendir fruto alguno o, por lo menos, no los suficientes para las expectativas que crea, parecieran ser un compás en la feria de sorpresas. De hecho, por lo menos sus reiteradas ausencias lo liberan de las ya clásicas alcaldadas a las cuales nos tiene acostumbrado.
¿Acaso no es síntoma de improvisación lo sucedido con la salida en falso durante la primera presentación del equipo de fútbol Águilas Doradas? Lo que se vivió en las instalaciones del estadio, con prensa nacional y local a la espera por cerca de dos horas, fue un ejemplo paradigmático del talante administrativo del Alcalde Vásquez. Luego de larga espera, surge una afanada explicación de cinco minutos, sin preguntas ni respuestas, para transmitir que no había acuerdo alguno hasta
Ya se sabe que el equipo por fin pudo presentarse en la ciudad, pero quedó en el ambiente una reiteración del sello Vásquez: con el ánimo de levantar puntos en las encuestas –en las cuales su desempeño siempre obtiene pobres calificaciones– sus asesores se afanan por mostrar logros, así sea prematuro, con el nefasto resultado de que luego debe retractarse o, simplemente, provocar una salida pública en falso como la ya comentada.
A todo esto se suman las denuncias sobre funcionarios de la administración municipal que asumen sus cargos con falsos títulos o, peor aún, como parece ser el caso de uno de ellos: entrega como certificados profesionales los aportados por entidades que no tienen la capacidad jurídica de refrendarlos.
Y todo sucede frente a las narices de los funcionarios respectivos, encargados de verificar tales documentaciones. Preferible es creer que todo se trata de desgreño administrativo, aunque no faltan las voces suspicaces que sostienen con razones que ello se convirtió ya en una acción sistemática para ubicar en diferentes cargos a los allegados al dueño de la burocracia local.
Todos estos escándalos, improvisaciones y salidas en falso no alegran a la ciudadanía, ni siquiera a sus detractores serios. Todo ello porque con esta suerte de “Ciudad Banana” la que pierde es Pereira, su prestigio y buen nombre ante los posibles inversionistas nacionales y extranjeros. Al fin de cuentas, ¿quién desea invertir en una ciudad cuya tripulación actúa de manera necia?
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