miércoles, 1 de enero de 2014

Mascotas / Amigos

Tony, un Hachikō muy colombiano

La historia del perro fiel que espera en vano a su dueño en la estación del tren hasta el día de su muerte y que fue llevada hasta las salas de cine de todo el mundo, salta de la pantalla para hacerse realidad en la capital risaraldense. Tony hizo bien su papel.

Hoy, después de haber sido trasladado y llevado a su nuevo hogar, donde comparte con otros caninos. 
Llueve fuerte en la ciudad. Las gotas vienen acompañadas de truenos que asustan a un perro que descansa en frente de la puerta de la Clínica Pinares Médica de Pereira. En el ir y venir de los visitantes, este peludo que intenta refugiarse tras el vigilante, deja perder su mirada entre los pacientes, ¿a quién espera?

Su rutina, aunque cambie el clima, siempre es la misma desde hace un año, solo se aleja de aquella puerta para recoger las sobras que le dejan los pacientes y vendedores informales del lugar y, cuando su barriga está llena, regresa como si intentara imitar las acciones de su amigo el vigilante.

Sin embargo, esta no es la misión de este canino de raza criolla que es reconocido por los funcionarios de la clínica como Tony, pues es a su amo, la única persona que tiene en el mundo, a quien en realidad quiere ver salir por la puerta para regresar juntos a su hogar. Pero… a Tony aún no le informan que su dueño murió varios meses atrás mientras estaba hospitalizado.

El amo de este fiel peludo frecuentaba la clínica donde recibía atención médica a causa de un problema renal, sin embargo nunca había llevado a su mejor amigo como compañía, hasta aquel día en que sintió que su corazón dejaría de latir e intentando buscar otro hogar para su mascota, no dudó en llevarlo.


Cuentan los vendedores informales, una de las recepcionistas y hasta los galenos del lugar, que el amo de Tony murió solo horas después de llegar a la clínica, mientras que su amigo canino aún lo esperaba en la puerta. Allí Tony permaneció hasta el pasado 31 de agosto cuando por causas de fuerza mayor tuvieron que buscarle otro hogar.

“Él le alcanzó a decir al médico que cuidara de su perro porque no tenía a nadie más”, cuenta Diego Valencia, vendedor de tintos de la zona y quien alimentó y contribuyó a los cuidados de Tony por varios meses tras conocer su historia.

Tony se ganó, con el paso de los días, el corazón de los funcionarios del lugar a tal punto que no solo reunían dinero para comprarle alimento, también para sus baños y momentos de peluquería mensuales.

“Reunimos dinero y le compramos hasta una cómoda cama y sus platos para la comida”, expresó Lina Grajales, recepcionista de la clínica, quien aún guarda en su móvil varias fotografías de Tony.
“Siempre se comportó bien, excepto cuando le cerraban la puerta, a él le daba rabia porque no podía ver quién caminaba en el interior de la clínica y no paraba de ladrar hasta que la abrieran. Siempre estuvo esperando a su dueño”, expresa Claudia López, vendedora de frutas.

La historia conmovía a todo el que la conocía y todos querían de alguna forma contribuir, hecho que llevó al desorden con la comida y, ante las quejas de algunos pacientes, a Tony le tocó partir.

Aunque la historia de Hachikō termina en muerte, por fortuna esta tiene un final feliz, pues aunque Tony nunca pudo retornar a casa en compañía de su mejor amigo, hoy pasa el resto de sus días en un hogar adoptivo donde amor y juegos le sobran.

Tony se encuentra en manos de miembros de la Fundación Ecovida y convive junto a otros peludos que buscan hogar en una finca ubicada en el corregimiento Mundo Nuevo de la ciudad de Pereira.


Historia 
Hachikō fue un perro japonés de raza akita, recordado por su lealtad a su amo, el profesor Eisaburō Ueno, incluso varios años después de la muerte de este. Siempre lo esperó en la estación del tren. 

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