lunes, 17 de septiembre de 2012

Ballet / Fundación


Ana María, discreta elegancia

Como el alma de su Fundación, Ana María Mejía Jaramillo mantiene ocupada atendiendo multitud de detalles, que van desde la selección de telas hasta la enseñanza mismas a sus alumnos.

Una relación entrañable con sus alumnos lleva a Ana María Mejía
a llamarlos con cariñosos diminutivos como “gordita” o “gordito”.
En el aire resuenan el piano y el chelo interpretando “La muerte del cisne”, un fragmento del “Carnaval de los animales”, de Saint-Säens. Sobre el tablado del parque Murillo Toro de Ibagué, el cuerpo  de Ana María Mejía Jaramillo vuela con gracia. Cuando termina la clásica pieza de ballet, hace un gesto de agradecimiento y se retira lenta, para caer luego mientras baja del escenario. El dolor producido por la fractura de una costilla, en los ensayos previos, ocasiona su desmayo. El arte ha pagado su deuda.

Esa es, quizá, una de las instantáneas que mejor dibujan a Ana María: disciplina, pasión y entrega por la danza. Esas mismas características que trazaron su vida como bailarina ahora fundamentan su labor como maestra en la Fundación Ballet Ana María: son tres mil alumnos, a lo largo de 29 años, quienes pueden dar fe de ello.  

Ahora sus manos buscan con cuidado entre varios papeles, para luego extender un manojo de hojas de papel mantequilla en las que están dibujados, a lápiz, los bocetos de varios vestidos, imágenes de trazo fino y seguro que se complementan con indicaciones precisas sobre el material que se utilizará en su confección. Esas indicaciones son las que siguen sus tres costureras –Magda, Liliana y una abuela-, a quienes califica como “divinas”.

Hija de tigre…

Nacida en Pereira, un 15 de marzo hace 62 años, desde pequeña esta descendiente de Alfonso Jaramillo Gutiérrez se dedicó al ballet, por estímulo de su propia madre, Libia Jaramillo de Mejía, una mujer a la que no duda en calificar como “mecenas del arte en la ciudad”.  Además, su padre, el ex alcalde Jaime Mejía Marulanda, es recordado como uno de los más importantes coleccionistas de cerámicas precolombinas del país.

Todos estos antecedentes se conjugaron para que las artes rodearan todo su crecimiento como bailarina, tutelada por maestros que no duda en destacar: Ana Consuelo de Díaz, Jacinto Jaramillo, Delia Zapata, Hernando Monroy, Óscar Ochoa, Alfonso Rodríguez, incluso el ruso Vladimir Boronzov. De hecho, se casó a los 16 años con Jaime Orozco, uno de sus profesores.

El legado lo  continúan Ximena, su hija y quien la acompaña como instructora en la academia, y su nieta Camila, quien recién empieza a incursionar en el ballet.

Labor social
Admite que el ballet es una actividad de élite, pero por su academia han pasado docenas de estudiantes becados por completo o con medias becas. En la actualidad tiene 25 becados, del total de 170 matriculados.

 El Ballet Ana María se convirtió en una institución de la danza local,
próxima a cumplir tres décadas de labor ininterrumpida.
Al respecto cuenta historias como la del lotero que durante semanas se la pasó viéndola entrenar a sus estudiantes –en la época en que ocupaba el primer piso de un local–. El hombre se le acercó algún día y le dijo que le parecía tan bonito eso, que sería feliz si su nieta pudiera hacerlo. De inmediato Ana María le dijo que trajera a la niña, de 5 años, quien estuvo becada durante un largo tiempo y cuyo nombre todavía recuerda: Adriana.

Sigue con el recuerdo de apoyos, hasta que llega al caso de una de sus estudiantes, Angie, cuyos padres tuvieron tropiezos económicos y decidieron retirarla, pero Ana María se opuso y le ofreció una beca, debido al enorme talento que poseía. La niña también modelaba y participó en el  concurso Niña Colombia, donde consiguió la ansiada corona, la cual entregó a Ana María como gesto de agradecimiento. Y, en este momento de la conversación, esta mujer de apariencia firme se quiebra para dejar rodar lágrimas por sus mejillas. 

En la actualidad todos sus esfuerzos se enfocan en la presentación final de la Academia –el 26 y 28 de noviembre– que es el cierre de actividades en el 2012. Eso sí, inculcando los principios básicos de su enseñanza: disciplina, amor por la danza y el respeto por los compañeros.

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