¿Cuál es el mensaje del papa? En
su discurso ante las autoridades de Polonia el papa ha hablado durante cinco
veces de la memoria y de la historia. No
es casual que lo haga en esa nación centro-europea donde la cultura de la
memoria cumplió papel central ante la
historia, debido a la capacidad de ese pueblo para defender un pasado rico en
diversidad, en arte, pero también en sufrimiento.
Confieso que si volviera a pertenecer
a un religión, lo haría en la de mi
madre católica, y esto en parte debido a la esperanza que ha despertado en mí
este obispo argentino que luego de la valiente lección de Benedicto XVI de
renunciar a su poder, asumió las
banderas de esa milenaria institución.
El Papa Francisco I habló de
una memoria buena y una memoria
negativa. Una memoria negativa, es aquella que
fija sus ojos en el mal, en el odio, que estimula la imposibilidad del
perdón entre las víctimas y los sobrevivientes. Los polacos en cambio han
defendido una memoria buena según Bergoglio, centrada en el perdón, en la
capacidad de volver a hacer un diálogo entre la iglesia católica y la iglesia
alemana
La memoria buena crece a partir del
diálogo, lo contrario a una memoria negativa que cierre esa esperanza. La
anexión violenta que hizo de su territorio Hitler, el horror de destruir allí gran parte de la comunidad judía – recordemos Auschwitz,
Cracovia- fueron fenómenos asumidos con todo su traumatismo y peso por los gobiernos y sociedades comunistas o
postcomunistas.
Polonia es un escenario clave
del siglo XX para entender las migraciones de hoy, la perdida de su territorio,
su nación, la desprotección de millones de personas que por la pobreza y por la
guerra atraviesan no solo África, Asia,
o América del Sur, sino también Europa.
El prójimo del siglo XXI es el
próximo que ha sido desplazado y busca refugio de las políticas que convierten
a los seres humanos en medios para propósitos económicos. De allí que el
discurso del papa ante las autoridades de ese país reivindique la necesidad de
que los gobiernos estén al servicio del bien común y no al servicio de las
alianzas entre los intereses del poder público con los intereses privados, algo
que practican los más altos gobiernos de las naciones, de las corporaciones
financieras, de las universidades, etc., etc., etc. Todos los poderes de la
tierra al servicio de la memoria mala.
Por eso su visita a Cracovia,
esa ciudad donde 60 años atrás, a través
de un estado se ejerció el “mal radical”
contra un pueblo, es un mensaje a quienes hoy siguen estimulando los campos de
guerra, de exterminio, de destrucción civil, no en un solo lugar de la tierra,
sino en el planeta entero. El mensaje escondido y esperado, desde ese punto
estratégico de la historia moderna que es Europa dice: las máscaras han caído,
el primer mundo también ha naufragado, o como lo dice el papa Francisco:
estamos en una guerra a pedazos, pero existe la memoria.
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