Michaël Hontelé propone una técnica nada nueva, pero sí novedosa en
nuestro medio: estudiar una gota de su sangre para empezar un proceso de
desintoxicación que tiene origen en los alimentos orgánicos y el estilo de vida
sano.
“Los colombianos
comen muy mal. En la comida hay demasiado arroz, patacón y muchas harinas. Acá
hay muchas enfermedades, comparando los cuatro países en los que he vivido”.
Así, sin ninguna palabra encubierta, se despacha el holandés Michaël Hontelé,
psicólogo experto en vitalidad y no médico, como lo repite a cada rato.
Al inicio es difícil
entender el español de Hontelé. No solo es la pronunciación, es también lo
especializado de algunos de los términos que emplea: enzimas, aminoácidos, etc.
Pero luego de un momento inicial de desconcierto, la conversación fluye de
manera muy interesante.
Enterado de las
dificultades de comprensión que puede causar su propuesta -en la cual lleva
muchos años trabajando en varios países: Holanda, España, Estados Unidos y
desde el 2012 en Colombia- recurre a cada rato a los ejemplos. Por eso, para
responder cuál es la importancia de la alimentación en la salud, de inmediato
pregunta: ¿cuál es el efecto que causa colocar diesel en un carro de gasolina?
Y se responde a sí mismo: nuestras células son motores que reconocen las
sustancias adecuadas para su correcto funcionamiento.
Su tesis,
fundamentada tras varios años de estudio y seguimiento del tema, es que el
cuerpo se alimenta bien con cosas vivas, cosas que tengan enzimas (proteínas necesarias que median en las
reacciones químicas del organismo). Y de nuevo recurre a un ejemplo: si se toma
una manzana fresca y se coloca en la tierra adecuada, es muy probable que en
algunas semanas germine allí un árbol. Pero si se hierve la manzana y se coloca
luego en la tierra, allí nada pasa, no habrá frutos.
Por eso, una de las
propuestas suyas es consumir verduras y frutas orgánicas, sin mayor
procesamiento posterior, salvo la correcta limpieza de las mismas. No es solo
consumir cualquier vegetal, se deben buscar aquellos libres de pesticidas y de
transgénicos, o sea, alimentos no manipulados genéticamente. Asegura, por ello,
que la fresa es lo más tóxico que hay, debido a la carga inmensa de pesticidas
que sufre su cultivo. Así se laven, el 80% del tóxico queda adentro de los
vegetales, dice.
En sus visitas a
Pereira ha podido constatar algo que le preocupa: a pesar de ser una ciudad
grande, la oferta de alimentos orgánicos es muy baja, algo que considera
desconcertante para un lugar tan poblado.
No está en desacuerdo
con el consumo de carnes, pero considera que falta cuidado al respecto, por
ello es necesario consumir carnes de origen conocido, y para explicarlo vuelve
a otro ejemplo: ¿si usted busca un carro de segunda no le gustaría saber cuál
fue el anterior dueño y el estado del auto antes de comprarlo? Por eso pide que
la gente conozca de dónde proviene la carne que consume y cuál es el manejo que
se le da a los animales, qué han consumido para su crecimiento.
Según dice, la carne
demora 72 horas en ser procesada al interior del organismo. ¿Y qué pasa con la
carne expuesta a una temperatura de 37 grados durante tres días? Se descompone,
se vuelve putrefacta. Eso mismo sucede en el organismo. En particular,
recomienda el consumo de carnes blancas (pescado y aves, básicamente) y dejar
de lado las carnes rojas.
Intereses peligrosos
Sabe que proponer un
cambio en las costumbres alimenticias exige un cambio en la educación de las
personas y que, además, puede tener detractores muy poderosos y peligrosos,
pues implicaría la disminución en el consumo de ciertos productos.
Vuelve, entonces, a
otro ejemplo: en Japón los casos de osteoporosis son mínimos, contrario a los
países occidentales. Y, paradójicamente, los japoneses son escasos o nulos
consumidores de leche. Lo que deja en el aire una conclusión ya sostenida en
varias investigaciones: un mayor consumo de leche no evita la osteoporosis.
Pero hay demasiados intereses económicos de por medio.
De hecho, estudios
médicos en la Universidad de Harvard –citados por Michaël– demuestran que el
consumo de leche puede derivar en cáncer, pero “nadie puede salir en televisión
a decir que no consuma leche, lo matan”.
Otro ejemplo es el
del trigo, que desde los años 60 incrementó la cantidad de gluten en sus
contenidos. Y ya son conocidos los efectos que tiene el gluten en la salud:
enfermedad celíaca, ataxia y alergias.
Además, debido a la
forma imprudente como se maneja la tierra, esta se desmineraliza, trayendo como
consecuencia situaciones como la ejemplificada por Michaël: en los años 50 un
manojo de espinacas proveía suficiente hierro para una dieta normal; pero en la
actualidad, para obtener esa mismo nivel del mineral, habría que consumir 55
veces esa cantidad de espinacas.
Se pregunta el
estudioso que algo debemos estar haciendo muy mal, y por eso referencia los casos de cáncer. Comenta que en 1920 una
de cada 500 personas tenía cáncer; luego, en 1971, una de 56 personas era
diagnosticada con esa enfermedad; pero en la actualidad el nivel es
escandaloso: una de cada tres mujeres la padece y uno de cada dos hombres. En
cualquiera de las formas de presentación del cáncer. “El cáncer es un cuerpo
lleno de toxinas”, concluye.
Cambio de costumbres
En el pasado trabajó
como psicólogo en una clínica de Arizona donde se atendían enfermos por cáncer
de colon. Allí, en compañía de un equipo interdisciplinario, se sometía a los
pacientes a un protocolo que exigía dejar de consumir carne. Los resultados no
podían ser más positivos: luego de seis meses de tratamiento el 95% se
diagnosticaban como curados, con base en la dieta y otros protocolos
complementarios. Compara este resultado con otros más pobres, como el de la
quimioterapia (5% de efectividad) o la cirugía (50%).
Como su función es
“trabajar la salud, no la enfermedad”, hace las siguientes recomendaciones:
*Apostarle a una dieta variada y equilibrada*Consumir mucha verdura fresca, de origen orgánico.
*Proponerse una dieta compuesta por un plato así: 60% de verduras orgánicas sin cocinar, 20% de proteínas y 20% de carbohidratos*Consumir frutas orgánicas*Ingerir dos litros diarios de agua*Consumir carne sin hormonas, una o dos veces por semana*Realizar ejercicio físico al menos tres veces por semana. “Hasta llegar a sudar”, pues el ejercicio fortalece el cuerpo y aleja la posibilidad de sufrir diabetes, por ejemplo.
*Llevar una vida equilibrada en lo emocional.
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