Al hablar con Catalina Castaño, una de las tenistas más reconocidas en
la historia de Colombia, se percibe un aura de fe, de alegría, de valentía, que
no se expresa con palabras, se entiende en sus gestos; esa es ‘Cata’, una mujer
llena de ilusiones y con un futuro que
está por empezar.
Diagnosticada con cáncer de mama
a principios del 2014, Catalina Castaño acepta que fue difícil al comienzo, una
noticia que no era la eliminación de un torneo, la derrota de un partido dentro
en la cancha, sino una condición de salud que ella jamás imaginó vivir. “Fue
difícil cuando me diagnosticaron, pero como soy cristiana siempre me sentí en
las manos de Dios, aunque al principio lloré mucho, ya después no me deprimía,
ni me ponía triste, yo creo que Dios nos pone pruebas, yo siempre he tomado las
cosas como desafíos”, apunta.
Con un respeto y amor por la
familia esta deportista de 35 años de edad, se enfrenta hoy a lo que muchos han
denominado ‘el partido de su vida’, es que no ha sido fácil, pero le ha puesto
la raqueta y el brazo a la situación. Su abuela, de la que poca habla, ha sido
su enfermera, una compañera que ha estado en los momentos donde quizá más
incertidumbre siente. “Mi abuela Helena es la que me cuida a veces, tiene 90
años y así me pone cuidado”, expresa.
Vive con sus padres, María
Augenia Álvarez y Augusto Castaño, y con su hermana menor Valentina Castaño,
una psicóloga de 25 años, que a veces le hace cariñitos; su hermana mayor, Gina
Paola Castaño ya no los acompaña pues reside en otro lugar; sin embargo, no se
despega de la vida familiar: dos caninos también hacen parte de la familia, sinónimo
de amor y de unión.
Catalina sentada en su sofá color amarillo, un short rojo
y una blusa verde, responde con naturalidad a cada pregunta, evidenciando en
algunas de ellas entusiasmo, el mismo que
tuvo en los viajes que como tenista ha realizado; comparte esos retos a
los que sin reparo ha hecho frente, asumiendo que este, el de su enfermedad, no
es más que otra prueba que ganará porque se siente acompañada de Dios y de su familia. “Siempre
me han gustado los retos, me acuerdo de una gira que tenía en Asia y los
patrocinadores me dijeron que no había presupuesto para los viajes y me fui
sola; todo me salió en 300 dólares porque me la rebusqué, me conseguí la estadía con compañeras que
vivían allá, viajé con millas”, explicó.
La enfermedad hizo que
reaccionara de algo que en los medios poco expresa, y es que entendió de su
valía como mujer, como deportista, como tenista, pues ahora en la lucha contra
el cáncer, un partido de 30 minutos es una eternidad. “Me di cuenta que me la
pasaba en el mundo siempre en un afán, estaba en un sitio y preparándome para
organizar la llegada a otro, no tenía tiempo para pensar en otras cosas”. Desde
los 10 años juega tenis, desde los 10 años hasta los 34 vivió en los apuros del
alto rendimiento en el mundo del tenis; sin embargo, de manera poco usual,
comprendió que había algo más que el tenis: “también me di cuenta del cariño de
la gente, ese cariño que me han tenido porque siempre me han llamado de todas
partes, de otros países, gente de acá de Pereira, en el Twitter me escribe, eso
me ha dado mucha fuerza”.
Comenta que en la vida siempre su
decisión ha sido el tenis; de los amores y compromisos cuenta que escogió el
tenis antes de casarse y dar su vida a un hogar. “En el primer compromiso mi
compañero me dijo que a los 25 años ya había logrado todo lo que quería en
el tenis, que me dedicara al hogar, no
estuve dispuesta y por eso terminamos; en la segunda relación que tuve, también
tomé la decisión de no continuar porque la otra persona me trataba mal, el tenis es lo que me llena”, dijo algo
inspirada.
Más allá de las decisiones que en
su vida ha tomado, la de vivir el proceso ha sido positiva para Catalina
Castaño, las bendiciones que recibe cada día, la compañía de quienes se acercan
en su caminar, ha provocado su gratitud: “muy agradecida con las personas que
me apoyan, con la familia, con amigos, con todos”. Actualmente, en su recuperación,
es poco lo que puede hacer; en su vida dedicada al tenis aprendió a cocinar, es
por eso que cuando puede se le mide a la cocina, siempre aludiendo a que uno de
sus platos favoritos son las lentejas; descubrió los audiolibros y como no
puede leer, entonces los escucha, al igual que la música cristiana.
De lo que no puede desapegarse es
de su familia. “Con mi hermana menor, la relación es de afecto y de protección;
tengo dos sobrinos que me dan alegría y eso sí, en las noches en las que estoy
mal, duermo en la cama de mis papás, duermo con ellos, o con mi hermana, soy
muy familiar”.
De su futuro dice: “tengo muchas
cosas en mente para hacer, pues cuando ya sepa exactamente cuando termino con todo
esto, arranco. Del tenis me gustaría retirarme en una cancha, jugar un torneo y
retirarme, de pronto, el próximo año”.
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