Por: José Daniel Trujillo Arcila*
Una especial vocación se cierne sobre la ciudad. Ya no somos únicamente
un gran centro comercial, otrora motivo de orgullo y, por supuesto, tema de
interés de gobernantes y visionarios que sentaron sus reales en estos parajes.
Pereira se erige como pujante polo de desarrollo. Dieciséis
centros universitarios, entre ellos la muy
significativa Universidad Tecnológica, a la que se suman la Libre,
Católica, Andina y otras más, convierten este epicentro geográfico en corazón
del intelecto y la transmisión de conocimientos. Agréguele a lo anterior, la
oferta turística acompañada de hoteles que nada tienen qué envidiar a los que
muestran revistas especializadas, al invitarnos a visitar otros países.
Tenemos de todo. Alguien dijo que “somos un Medellín, más pequeño, pero con todo”. Aprovechemos pues,
no solo nuestro acento paisa, sino el regalo maravilloso de la naturaleza que
es esta privilegiada ubicación.
Muchas cosas faltan, es la respuesta de unos. De todo, dirán
otros. No faltará el optimista a ultranza, diciendo vamos muy bien. A mi juicio,
lentamente avanzamos en unos temas y estamos retrasados en otros.
La movilidad tiene sus lunares. La ausencia de obras públicas
que generen un fluido tráfico vehicular contribuyen al desorden y habrá que
decirlo, el incumplimiento de elementales normas de cívica y urbanidad de todos
los asociados, generan mayores problemas en materia vial.
Digamos que los responsables somos todos, desde el ciudadano
del común, desprevenido e indolente con la urbe, hasta aquellos llamados a
comandar desde lo público o privado.
Un tufillo de desprecio y mala crítica se olfatea en pasillos
y lugares sociales, donde se juzgan las actuaciones de los servidores públicos;
estos, a la vez, se rehúsan a percibir como buenos aliados a aquellos, así
deban verse en público de manera casi permanente o establezcan concertaciones
coyunturales, surgidas más por las circunstancias que como verdadero propósito.
Somos celosos de lo que pensamos, decimos y hacemos. Reclamamos exclusividad y
placa con nuestros nombres.
La ciudad merece mayores y mejores zonas públicas; aplicación
concienzuda de planes tales como el de educación “Visión 32”; una definitiva
reorganización del centro, espacio urbano maltratado y víctima de estudios y
propuestas desconocidas o inaplicadas, por no decir sobrediagnosticado.
Fortalecimiento del número de camas hospitalarias, negro lunar para turistas
y foráneos y aún para quienes aquí
habitamos y, finalmente, un necesario e impactante amueblamiento urbano que
satisfaga exquisitos lentes y determine que la ciudad no solo es acogedora,
sino bella, atractiva, romántica.
¿Habrá alguien que se atreva a dirigir una nueva Pereira? Quien
asuma el reto, deberá convertirla en “embrujadora”.
Antes de su fundación, ya era “mestiza”.
*Notario Primero de Pereira
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