Por: Carlos Victoria
En Colombia y Risaralda, particularmente,
las agendas ambientales se agotaron en los formalismos. A lo sumo, adornan
escritorios y anaqueles. Son un galimatías a través de los cuales los funcionarios
se meten (y nos meten) el cuento que toda marcha divinamente. Las
auténticas agendas se construyen en medio de los conflictos. Se disputan en el
espacio público. Las de bolsillo las hacen los “hombres de negocios”.
La reciente licencia ambiental otorgada
por la ANLA a la Empresa de Energía de Bogotá para atravesar, con sus torres y
cables de energía, áreas de conservación y patrimonio cultural en Quindío
y Risaralda, como Barbas-Bremen y Las Marcadas, es una demostración fehaciente
y crítica de un desarrollismo al que le estorban la naturaleza, y los seres
humanos también. La competitividad gobierna.
De nada valió la declaratoria del Paisaje
Cultural Cafetero por la UNESCO en 2011, la cual se desvanece cada vez más en
medio de concesiones mineras, el avance de la frontera ganadera, la destrucción
de bosques secundarios, el turismo engatusador y la posición dominante de la
Federación de Cafeteros. A todo esto se suma lo que parece es inevitable: la
destrucción del hábitat del mono aullador (Alouatta seniculus), especie que
resiste a la devastación del 70% de los bosques andinos de nuestro país.
Las Aullatones, realizadas por
ambientalistas, campesinos y autoridades de Quindío y algunas de Risaralda, son
un grito de soberanía frente a lo que es una agresión más contra los referentes
de la biodiversidad regional. Estas manifestaciones ratifican que en Risaralda
y Quindío, comunidades y paisajes afectados por este megaproyecto no cuentan.
La indignación ciudadana crece en medio de la incertidumbre. Aullemos.
¿Para qué torres y cables de alta tensión
en un departamento como el Quindío que no tiene vocación industrial? Esa
pregunta la hacemos porque si hay una región sobrada de energía eléctrica es
esa. Allí la oferta supera a la demanda. Más aún: un mega proyecto de
potenciación energética que no resultó de una exigencia social ni
gubernamental, y sí, y solo sí, de una vulgar imposición centralista, dejando
al desnudo la fragilidad constitucional de la autonomía y la descentralización.
Las CAR hacen de comparsa.
Voces como la del ex ministro del Medio Ambiente
Manuel Rodríguez tienen razón al decir que se trata de un acto de “imperialismo
bogotano”. Siendo así, resulta, además, inadmisible el silencio administrativo
de las diletantes autoridades ambientales de Risaralda. El liderazgo departamental
hay que buscarlo entre las cenizas. En cambio, en el Quindío sobra y lo asume una
mujer, su gobernadora, que sí sabe para qué la eligieron: defender a sus
ciudadanos. Aquí, en forma contrastante, no nos queda más que seguir aullando,
como los monos en peligro. @agendaciudadana
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