Pereira genera preocupación. No poca, mucha. A pesar del
optimismo que se pretende impregnar desde diferentes estamentos es innegable
que varios perciben que las cosas no marchan como deben y hay un sentimiento
generalizado de que los vasos comunicantes entre los diferentes sectores
sociales se encuentran rotos o, cuando menos, deteriorados.
Gobernantes, gremios, medios de comunicación, organizaciones
de diferente tipo y, por supuesto, la ciudadanía como eje central, quieren
beneficiar a la ciudad, por lo menos eso se interpreta desde el discurso
público. Además, todos ellos, sin salvedad, son necesarios para sacarla
adelante. ¿Pero hay trabajo en equipo? Los hechos parecieran demostrar lo
contrario, pues la suma de voluntades, esa misma que funda las grandes
posibilidades como tejido social, está fragmentada. Cada quien propone desde su
orilla, pero no desea conciliar con otros actores ciudadanos de los que se ha
distanciado.
Los grandes proyectos de ciudad parecen al garete porque
están tomados por sectores que los asumen como suyos, así traten de rodear con
un falso hálito de democracia su realización. El caso de las denuncias por las
irregularidades en la convocatoria para las obras del aeropuerto Matecaña
pareció dar la tónica. A pesar de las pruebas evidentes de que un contratista
incumplió con los requisitos, la tozudez del Alcalde –más la escasa agilidad
para tomar decisiones– llevó al asunto a
la agenda nacional y dejó en evidencia lo sabido: la corrupción que campea en
esta ciudad. En el mismo hecho, amplificado por los medios locales, los gremios
guardaron silencio o apenas sí se dieron declaraciones tibias.
Espacios de tradicional debate, orientación ciudadana y
mirada muy fundamentada, como los que propicia el Comité Intergremial, se han
convertido en instancias inocuas y, peor aún, sin capacidad de poner a pensar a
la ciudadanía, de la cual pareciera haberse distanciado, a la luz de los
desencuentros sobre el uso del espacio público para actividades como las Vías
Activas y la semi-peatonalización de algunas calles.
Por último, las veedurías ciudadanas –por fortuna no todas,
pero sí la mayoría de ellas– son solo referentes de papel que no asumen una
verdadera vocería de los intereses de los habitantes que dicen representar. Así
se ha podido constatar con varias de ellas que nunca dan la cara a la hora de
invitarlas a reflexionar sobre temas que les competen por su aparente perfil.
En Pereira las sumas tienen caras de restas, incluso ya hay
esa impresión cuando se comenta sobre la designación de precandidatos para la
Alcaldía, un asunto que desde ya concita el interés de muchos, en una atípica
“madrugada” respecto a los años anteriores. Todos quieren su parte del pastel,
pero pocos desean contribuir con los ingredientes.
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