En la Sierra
Nevada, al lado de las nubes, están las ruinas de Ciudad Perdida, una joya
arqueológica. Ella es un orgullo para todos los colombianos, aunque allí habite
la soledad. Pero, de manera contrastante, en la antigua región cafetera florece
otra ciudad perdida, con habitantes, pero sin rumbo ni timonel. Esa ciudad se
conoce como Pereira.
Todo esto parece
concretarse en los altibajos dramáticos de la gestión observada hasta el
momento. El alcalde Enrique Vásquez Zuleta, como todo mandatario, es
susceptible de cometer errores, pero es más que preocupante el largo rosario de
ellos observado por la ciudadanía: el titubeo para actuar frente a la evidente
irregularidad documental cometida en la contratación para construir la torre de
control del Aeropuerto Matecaña; el tímido manejo de la invasión del espacio
público; el desempleo que apenas recién bajó a 13.8 por ciento, pero que sigue
dejando a Pereira mal parada; la gris celebración del Sesquicentenario; la
falta de recursos que llevó al mandatario a afirmar que “será imposible cumplir
con todo lo prometido”; las obras viales inconclusas que se abandonan, en aras
de darle prioridad a otras que no son urgentes; los líos aún no aclarados
alrededor de las costosas obras de la Calle de la Fundación y su siempre
postergada culminación total y, para rematar, el lánguido alumbrado decembrino
que ubicó a Dosquebradas como ciudad luz.
Eso, para esbozar
un breve listado de los numerosos yerros, pero que omitimos alargar para no
aburrir al lector. No tenemos pruebas objetivas para poner en tela de juicio la
honradez del alcalde Vásquez, pero un gobernante es quien gobierna y de eso
poco hemos podido apreciar los pereiranos en estos casi dos años de su ejercicio.
La falta de
gestión ágil, los constantes timonazos, un cierto sinsabor al intuir que allí
hay alguien quizá lleno de buenas intenciones, pero que no gobierna; todas esas
percepciones son las que rodean la gestión del Alcalde. Y eso no causa alegría
alguna.
La ausencia de un
carácter ejecutivo en las decisiones acentúa la idea cierta de observar a la
ciudad inmersa en un letargo cada vez mayor, algo que se evidencia en el más
reciente informe del estudio “Pereira cómo vamos”. Una ciudad perdida entre la
maleza de los intereses personales, no de los colectivos.
Coletilla
VECINOS, a lo
largo de tres años, ha sido el vocero de la Comuna Universidad y tiene en sus
habitantes una recepción más que motivante. Agradecemos ese apoyo incondicional
y la credibilidad de la cual gozamos, pero ahora nuevos rumbos marcarán el
destino de este periódico ciudadano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario