martes, 10 de diciembre de 2013

Opinión / Vecinos

Lógica invertida
Por: Gloria Inés Escobar Toro
La violencia en contra de las mujeres es brutal, creciente, dolorosa, injustificada, diaria… Todos los días, desde todos los lugares del planeta, llegan noticias sobre la violencia que sufren las mujeres desde su más tierna infancia hasta la vejez. Todas estas noticias duelen, todas merecen repudio, todas asquean; sin embargo, rechazar cualquiera de ellas resulta siempre una tarea insuficiente e incompleta; por una acción violenta que se rechace y condene hay millones que quedan en el silencio de la sociedad, de los medios y por supuesto, en la más completa y cómplice impunidad.

Esta  realidad apabullante tiene también mil caras, todas igualmente condenables, pero quiero referirme a una de las formas de violencia más cotidiana y más lamentable porque no solo humilla y degrada a la mujer en la medida que la reduce a la condición de simple objeto, sino que en muchos casos termina en muerte. Me refiero a la violencia sexual.

Esta forma de violencia, contrario a lo que muchas voces afirman, incluida la del señor Andrés Jaramillo (el dueño de Andrés Carne de Res), no tiene nada que ver con el deseo sexual de las mujeres. Si una mujer desea tener sexo y no tiene pareja o quiere una nueva puede insinuarse, coquetear, vestirse sugerentemente, en fin, puede enviar señales que indiquen su búsqueda de placer pero tal hecho que seguramente puede resultar desaprobado por la “pulcra y recta moral” al juzgarse indecente o poco decoroso, jamás, bajo ninguna circunstancia, puede ser tomado como una incitación o provocación a una violación.

La lógica perversa y retorcida en la que la víctima  (mujer) se convierte en culpable y el victimario (violador) en inocente, no es más que una justificación del acto irracional y salvaje al que esta sociedad patriarcal empuja a los hombres a tomar, cuando éste quiera, el cuerpo de esa “cosa” llamada mujer. Y no es que el hombre escape a lo que una vez dijera Carl Sagan al explicar la importancia del neocortex en la evolución humana: “el ser humano no está ya más a merced del cerebro de reptil”, sino que la cultura nuestra, totalmente falocéntrica, educa en la discriminación y pone al hombre en un lugar de poder y dominio y a la mujer en el de subordinación y sumisión; al hombre lo valora como ser y a la mujer como cosa. Así que esa idea absurda hasta el límite -de que la mujer provoca la violación- no puede florecer más que en una sociedad que ha enseñado que la mujer es para usarla como un objeto más.

Y que esto es así lo ratifica la violación consagrada bajo la bendición sagrada del matrimonio en la que a la esposa se le exige el cumplimiento del llamado “deber conyugal” que no es más que la legitimación, por vía divina, del sometimiento sexual de ésta al deseo del hombre, lo que en otras palabras no es más que una violación.


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