Sencillez y buen
gusto
María Cecilia
Jiménez Montoya desde hace 23 años trabaja en el hotel Movich y en la
actualidad es su gerente. Nacida en una familia de tradiciones, muchas de sus
cualidades actuales fueron inculcadas allí.
Una mujer dedicada a su trabajo y a su familia, que conserva las tradiciones heredadas y las inculca a sus hijas. |
Comer cosas
sencillas -como frijoles, carne asada, lentejas o hamburguesa- es uno de los
placeres de María Cecilia, una mujer que dirige el más grande hotel de la
ciudad y que tiene la posibilidad de acceder a cualquiera de los refinados
restaurantes del mismo. Pero sigue prefiriendo la sencillez.
Siempre amable,
accesible para cualquiera, se preocupa por cada empleado a su cargo y es
frecuente verla preguntando por la salud de cualquiera de ellos o interrogando
por qué no se ha ido a descansar la administradora nocturna.
Su padre –el
exalcalde y exgobernador Mario Jiménez Correa, en compañía de Cecilia Montoya,
su madre- le enseñó las cualidades que en la actualidad luce con orgullo, entre
ellas la sencillez, hecho que refleja en el vestuario. “No me gusta exagerar en
nada, no soy esclava de la moda, visto de manera conservadora”. Recalca que no
le gustan los colores vistosos, por eso prefiere el azul, el café y el negro.
Aunque no descarta colores como el rojo y el verde, los cuales usa poco.
Con sus cuatro
hermanos sigue guardando una relación estrecha, de mucha unión y apoyo, aunque
ya no se encuentran con tanta frecuencia en La Mina, la finca ubicada en
Marsella y que era un lugar permanente de encuentro antes del reciente fallecimiento
de su madre.
Ahora la familia
se reúne en diferentes lugares durante los fines de semana, aunque sin la
asiduidad de antes, pero siempre en contacto unos con otros.
Mujer de familia
“En mi casa
fuimos así, sencillos. Nos inculcaron que lo mejor de la vida es sencillo, sin ser
esclavos del dinero”, comenta al recordar con alegría sus primeros años de
vida.
Aunque estudió
ingeniería de sistemas en la Universidad de los Andes y de hecho empezó como
coordinadora de sistemas en el hotel Meliá, pronto su perfil se fortaleció debido
a un énfasis en administración.
Recuerda con una
sonrisa en los labios que su primer trabajo fue como asesora de la iglesia
católica para América Latina, en el Celam, al lado del cardenal Darío
Castrillón en Roma. Una experiencia que califica como insuperable para su
formación.
Amante de los
viajes, de manera periódica planea uno, aunque admite que “me gustaría viajar
más”, pero sus responsabilidades como madre y gerente se lo impiden. Casada
hace más de una década con Rubén Darío Vélez, en la actualidad su familia está
compuesta por Mariana (19 años, hija suya), Camila (19, hija de Rubén Darío) y
Sofía (10, hija de ambos). Dice con una sonrisa: “el que manda en la casa es mi
esposo, él es el hombre consentido”.
Las tres la han
contagiado en sus gustos musicales, los cuales comparte con ellas; pero si la
ponen a elegir, prefiere la música romántica y la balada pop.
Las hijas mayores
estudian en Bogotá, por eso la compañía de Sofía se ha vuelto tan importante
para ella. Pasan juntas buena parte del tiempo, de hecho la acompaña en algunas
de sus labores diarias en el Movich, un lugar que a ambas les encanta. Se
siente tranquila con el desarrollo de sus hijas, pues han puesto en ellas
valores y afecto: “lo que se iba a hacer
con ellas, ya se hizo”.
Para María
Cecilia los gimnasios no son necesarios, aunque “más o menos me preocupo por la
figura, por eso consumo pocas harinas”. Eso sí, le gustan los masajes y por
ello asiste periódicamente al spa del hotel. Nunca fue una muy buena en los
deportes, tan solo la natación la practica “más o menos bien”, según sus
palabras.
Por último, se
declara enamorada de la administración hotelera, algo que la apasiona,
incentivándola a perfeccionarse y por ello se ha ganado la confianza de los
sucesivos propietarios de este, el hotel con mayor número de habitaciones en la
ciudad.
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